CAMINOS AL CIELO.
Francisco Márquez Razo.
Caminando por estas benditas calles de Durango, me salió al encuentro un
evento fuera de lo común, resulta qué frente la calle de Juárez en su cruce con
20 de noviembre, dos señores de edad y una jovencita discutían acaloradamente,
la joven le reprochaba al señor su temeridad y falta de sentido común al cruzar
las calles, sobre todo en el centro de la ciudad qué ya sabemos es bastante riesgoso,
por los conductores de autobuses, qué en horas pico, hay que tener cuidado de
verdad.
Intente charlar con él, pero el señor no me dio tiempo de decir palabra,
frente a mis asombrados ojos y los de su nieta y esposa, se lanzó a cruzar la
calle, como Pedro por su casa, un autobús apenas logró esquivarlo y dos
vehículos se la recordaron con el claxon.
El señor sin inmutarse llegó a salvo a la acera opuesta, mientras con la
mano le hacía señas a su esposa pidiéndole lo siguiera, claro que la señora
tomó las debidas precauciones e igualmente nosotros antes de cruzar, la nieta
me decía; ¡Lo ve, lo ve, ya no sé qué hacer!
Acompañe a las dos mujeres, hasta llegar con el señor, entonces le
comente con riesgo de que me mandara a paseo, que porqué hacia esos alardes de
temeridad, pero sonrió amablemente y después de conversar un rato, al fin me
explicó; mire yo soy de rancho y ser así es parte de mi naturaleza, pero estas
mujeres no me entienden, espero que usted si lo haga, y en pocas palabras se lo
explicó. ¡Prefiero qué me atropellen por pendejo, a qué me atropellen por
huevón!
La verdad, no supe qué responder, pues la lógica me parecía bastante
respetable y así sin salir de mi sorpresa aquel señor prosiguió: ¿Y quiere
saber un secreto? Me preguntaba.
-Desde luego, respondí.
Sabía usted que son precisamente los choferes de autobuses, los que
tienen más probabilidades de ir al cielo.
-Pues mire yo no lo creo, la verdad es que esos señores son unos cafres,
salvajes, arbitrarios y no sé cuántas cosas más decirles.
Mire se lo cuento; resulta que falleció un Obispo y al estar haciendo
fila para ingresar al cielo, estaba frente a él, un tipo gordo, feo, con
apariencia de gorila y la barriga de fuera, llega este sujeto con San Pedro y
entonces le pregunta: ¿Dime tu nombre? -Juan Pérez.
Muy bien, a qué te dedicabas en Durango; ¡Pues era chofer de autobús
urbano!
Checa su lista de ingreso San Pedro y le comenta: -Si aquí estás en mi
lista, bienvenido y permíteme; chasquea los dedos y se abre una enorme puerta
que deja ver la belleza del paraíso, se acercan doce féminas de angelical
belleza que portan para el recién llegado una túnica dorada, bellamente
decorada y exactamente a la medida de Juan Pérez, le entregan un arpa de oro
puro y así entre cantos y muy bien acompañado, entra aquel señor al cielo.
El obispo al observar este recibimiento para el chofer, se hincha el
pecho de orgullo, esperando para el nada más y nada menos que el propio Dios
llegará a recibirlo.
Le preguntan entonces: ¿Cuál es tú nombre? Leonardo de las altas Torres
y Mayorga.
Muy bien y cual era tu actividad en la tierra; ¡Obispo de la iglesia!
Es correcto, aquí tengo tu ingreso, de nueva cuenta chasquea San Pedro
los dedos, y se abre entonces una pequeña puerta así como las de emergencia en
algunos antros, aparece una dama que parecía empleada doméstica de colonia
popular, como si fuera damnificada del Huracán Manuel e Ingrid juntos, con
apenas un pedazo de túnica deshilachada y un arpa sin cuerdas, obviamente el
obispo se enciende y le reclama airadamente a San Pedro; ¡Aquí debe de haber un
error señor mío! No es posible que a ese mugroso chofer de autobús urbano, le
brinden ese cálido recibimiento y a mí, que he dedicado mi vida a la iglesia,
se me trate de esa manera, yo si tengo los méritos suficientes para entrar al
paraíso, ese tipo no.
San Pedro entonces le explica; mira no hay ningún error, es cierto que
predicaste en la misa todos los domingos, estos últimos veinte años, pero
resulta que tu sermón era tan aburrido y todos los asistentes se dormían.
En cambio todos los que se subían al autobús en cuanto Pedro comenzaba a
manejar, sin excepción se ponían a
rezar, así que aquel tiene más méritos que tú.
Otra lógica respetable y por si las dudas estoy muy atento al cruzar las
calles.
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