domingo, 25 de septiembre de 2016

El pajarero
Francisco Márquez Razo.

Apenas amanece y un coro de aves me anuncia la vida desde el limonero del patio, canto de libertad a través de mi ventana.
Hace tiempo, en un poblado cercano a la ciudad, vivía el mejor cazador de aves que hubiera existido jamás, el rostro quemado por el invierno de muchos años, alto, delgado, de mirada huidiza que oculta bajo un maltratado sombrero de palma, cuentan poseía la habilidad de imitar el llamado de apareamiento de cualquier ave que deseaba atrapar, los domingos se encaminaba a la ciudad de Durango, cargando doce jaulas en la espalda, un acompañamiento de dulces trinos indicaba su paso, curiosamente parecía que el dinero no le importaba pues en diversas ocasiones regalaba sus pájaros, le importaba más saberse único, el orgullo de ser el mejor, nadie conocía su nombre le llamaban: El pajarero.
Atrapar aves era su oficio, pasión y adicción, cazaba por placer, su vivienda era un verdadero zoológico de aves, vivía sin familia para dedicarse de tiempo completo a su afición, relatan que recorría medio país en largas cacerías.
Su vanidad subía hacia el cielo si acudían a buscarlo para solicitarle un ave en especial; un Azulejo, poseedor del color del cielo, tal vez un Ruiseñor que asombra su plumaje común y emite un maravilloso canto, quizás un Jilguero, que imita a otras aves y canta en pleno vuelo, incluso un Cardenal, rojo brillante, bello y bastante escaso, un clásico Cenzontle, llamado pájaro de cuatrocientas voces, un Carbonero, que no es tímido y aprende a comer sobre la palma de la mano, posiblemente un Zorzal, el genio del canto entre las aves, pues inventa sus propias melodías, el que pidiera el cliente sin duda lo conseguiría.
Presumía ante cualquiera que lo escuchara que desde niño era inigualable su habilidad para atrapar pájaros, que conocía su lenguaje, los llevaba a comer de su mano y después los encerraba.
En su patio predominaban jaulas con Urracas, pues decía que graznaban y le avisaban cuando alguien se acercaba, eran sus vigilantes, en espacios más grandes que parecían gallineros tenia Alondras, comentaba que le divertían porque pasaban tiempo en el suelo caminando, sin brincar como otras aves.
Su favorito y que conseguía para extraños fines era: El Colibrí, por la dificultad en atraparlo y de amplia demanda en cuestiones de magia.
Por divertirse atrapaba en la temporada Golondrinas, esa migrante que regresa año tras año, ocasionalmente Palomas, que degustaba asadas, o cocinadas en adobo.
Sostenía que eran miles de aves las que había atrapado con sus expertas manos, atrapadas y encerradas, solo muertas serian libres.
Pero todo este derroche de vanidad durante el día, se apagaba al caer la noche, a pesar de anestesiarse con alcohol y otras yerbas, las pesadillas no lo abandonaban, se soñaba convertido en ave, atrapado por ágiles manos en el momento que se disponía a cantar, después era encerrado en una jaula y sabia entonces que solo muerto seria libre, y es que las aves cantan para soltar sus emociones, es su manera de contarnos, resulta ni más ni menos: expresión individual.
El pajarero despertaba cansado y preguntándose porque estos terribles sueños le atormentaban, hacía años que no conocía la paz, tal vez –pensaba- a diferencia de las aves, no lograba encontrar la manera de comunicarse con los demás, pues se había aislado, era un ser solitario, frustrado y resentido con todo y contra todos, solo era un depredador, o quizás en el fondo de su alma envidiaba la libertad, el limpio vuelo de las aves y al atraparlas no resultaba más que un miserable carcelero de seres inocentes, pero también se convencía  que entre más aves lograra atrapar, entonces, tal vez fuera suya esa libertad que tanto ambicionaba y también cantaría y volaría cómo un pájaro en el cielo claro y azul.
Nadie logró explicar que sucedió, dicen que un domingo de sol radiante, solo se escuchó el silencio en la casa del pajarero.
Los testigos de esta historia afirmaron que las jaulas se encontraban abiertas, no había un pájaro enjaulado, si, en los árboles del pueblo y el pajarero nunca más apareció.
También comentaban que diariamente y a lo largo de muchos meses en la higuera del patio de la casa del pajarero se posaba una Urraca sucia y maltrecha que graznaba de una manera espantosa, hasta que una mano piadosa le arrojaba una piedra para callarla.

Hoy que la libertad canta frente a mi ventana en ese coro de pájaros sobre el limonero, no dejo de preguntarme: ¿Cuántos pajareros en mi ciudad existirán? Que al ser incapaces de expresarse, solo buscan dañar a los demás.

domingo, 18 de septiembre de 2016

La cueva de las víboras
Francisco Márquez  Razo.
        
Esperaba encontrar una oscura entrada en la falda de una montaña, incluso escalar un poco y sentirme atemorizado observando su enorme boca, oler la adrenalina recorrer mi cuerpo, buscando ser un inigualable aventurero.
El sol se encontraba en su momento de intensidad, nos había llevado cerca de tres horas llegar, y me sentía decepcionado, la cueva resulto ser un hueco sobre la falda de una loma, parecía un hoyo como cualquier otro, a simple vista no resultaba tan impresionante, me acerque intentando disimular mis emociones, creí que había resultado una pérdida de tiempo el viaje, sobre todo porque fue mi idea acudir a este lugar.
Ángel bajo su mochila de la cuatrimoto y me confrontaba: Bueno aquí estamos, cumplí cómo puedes ver, no te mentí al decirte que conocía la famosa cueva, ahí la tienes en vivo y directo, destapo una lata de cerveza y la bebió de golpe, después arrojo el envase hacia el hueco que se abría frente a nosotros, calcule un par de metros en su diámetro.
Pedro, acomodo cuidadosamente su motocicleta de campo traviesa, sobre unas rocas, también arrojo su mochila al suelo y se acercó a observar la cueva, el silencio que había mantenido desde que salimos del rancho no era usual, sin embargo no comente nada, al ver que no se movía de la posición de observador, Ángel nos explicaba: debe tener unos dos metros de fondo, pero no se recomienda entrar sobre todo en esta época, pues las víboras sobre todo las de cascabel, la utilizan para aparearse, y créanme que debe haber docenas de ellas, si quieren averiguarlo, podemos hacer fuego e intentar descender, usaremos las dos cuatrimoto cómo ancla y arrojaremos una cuerda, al llegar al fondo si caminamos unos treinta metros encontraremos un pequeño rio subterráneo y entonces la cueva se agranda y resulta una vista excelente, supongo que es la humedad del interior lo que le agrada a estos reptiles, ¿Cómo sabes todo eso? Pregunté.
Bueno hace algunos años me trajo mi abuelo no era temporada de apareamiento y bajamos sin muchos problemas, incluso comimos allá abajo, y desde entonces no había vuelto, sólo lo hice para complacer a Fernando que daba mucha lata en querer conocerla.
No pude evitarlo y observando a Pedro que evito verme a los ojos, le susurré; ¿Qué te pasa no has dicho una palabra? ¿Si no querías venir me lo hubieras dicho?
Sonrió y me aclaró, la verdad no deseaba acompañarlos, no por ti, sino por Ángel, pero ahora me alegro haberlo hecho, resulta un sitio ideal para llegar al fondo.
Ángel extrajo una soga de la canastilla de su cuatrimoto, la ató a un huizache, después rodeo las dos cuatrimoto y entonces ya seguro de que resistirían, la dejo caer a la cueva.
Me acerque a tomar mi mochila dónde traía bebida y comida la acomodé a mi espalda, al voltear se me corto el aliento, Ángel le apuntaba a Pedro con una pistola 45, a la altura del pecho, le preguntó entonces con furia; ¿Por qué Ángel, dime por qué? Eras mi mejor amigo, mi compadre, mi padrino de boda, hubiese dado mi vida por la tuya sin pensarlo.
Tenías todas las mujeres del pueblo a tu disposición y tenías que enredarte precisamente con mi esposa, aquél no respondió, sus labios temblaban, abría los ojos buscándome, pidiendo ayuda, pero yo estaba congelado, no sabía que hacer o que decir, esto era increíble, yo mismo no lo entendía.
El primer disparo travesó el pecho, la sangre me recordó una lluvia ligera, el sonido se expandió por el valle, no logré moverme, vi desaparecer el cuerpo en la cueva de las víboras, Pedro se acercó y siguió disparando hacia el interior 3 tiros más, después guardo la pistola en su cintura y me decía: ¿Ni modo Fer, te tocó ser testigo, no era mi intención, pero al menos sabrán por qué? Regresa en la cuatrimoto y trae a la autoridad, aquí los esperó.
Con el corazón acelerado subí a mi máquina y salí de prisa, llegué con los labios resecos al pueblo, me acompañaron dos policías y el comisariado, caía la tarde al regresar, a cien metros Pedro se levantó, nos observó, se acercó a la cueva y escuchamos un disparo, el cuerpo desapareció de mi vista, me quede de pie, escuchando el eco del trueno.
Hay noches cómo está de lluvia intensa, de rayos en el cielo oscuro, que me recuerdan una loma, un hueco en el piso y a mi pesar llegan malos sueños, pesadillas de víboras y amigos, de un maldito día que me pareció buena idea conocer la cueva de las víboras.


lunes, 12 de septiembre de 2016

Mi amigo.
(Para Francisco Márquez Razo.)
Brian Aarón Mijares González.

Maestro.
Mi persona en agradecimiento te menciona
¡Gracias amigo mío!
Por el apoyo que me has brindado
por ayudarme a alejar la timidez
y asegurarme que seré un hombre bueno,
eso me hace ser muy feliz.

Por un error tenemos mucho en común
semana a semana me ayudas
a redactar una nueva entonación,
donde demuestro el amor a la vida
y el odio a la tristeza.

Gracias por alejarme
del miedo que aterrorizaba mi camino
¡Gracias buen maestro!
Bondadoso y buen amigo
en buenos y malos momentos
sé que me darás un buen consejo.












sábado, 10 de septiembre de 2016

Te doy las gracias.
Óscar Gerardo Escobedo Vázquez.
Dedicado a: Francisco Márquez Razo.


¡Gracias!
Te doy las gracias.
Por ser quién eres.
Porqué con tu gran paciencia
nos has enseñado
cómo poder crecer.

Y  lograr sentirme liberado;
De todo aquello que me tortura
me ata y me aprisiona.

Por ser el gran apoyo
la columna central
en mi castillo de crecimiento
y desarrollo personal.

Por eso y por muchas cosas más.
¡Te doy las gracias!
Y yo sé qué nunca te olvidaré.

Porqué gracias a ti he encontrado:
¡La libertad!
Qué es sin duda alguna
la mejor motivación de una nueva
y mejor vida.
¡Gracias!



miércoles, 7 de septiembre de 2016

Francisco, es
Joel García Carrasco.


Yo partí de cero
y me hice fosforescente,
más respeto al derviche
porque fui tratado cariñosamente.

Francisco, la nota final,
un poeta hecho carnero;
cuernos oblicuos, arrugados
y en espiral.

Es un precioso encaje
más allá de la media tinta,
sus poemas son dólmenes,
megaterio con tinta.

Es un muguete:
con florecillas blancas y globosas,
colgantes, de color suave,
de las letras hace un juguete.

La lira hace melodía,
el lino canta que canta,
Francisco es la alegría,
es un poeta que encanta.




lunes, 5 de septiembre de 2016

Con el gozo de un preso te extraño.
Francisco Márquez  Razo

Con el gozo de un preso, te extraño,
soportando el peso de la soledad, te espero,
con ansia, desesperación y locura, que hace daño,
más que a mí, a la vida, más a ti te quiero.

Porque el mundo, cautivo, se vuelve horrible,
tú me recuerdas que la libertad es posible,
aún en el fondo de este abismo,
tu amor me salva de lo que soy yo mismo.
¡Con el gozo de un preso, te extraño!

Y este dolor de no tenerte
se vuelve gozo al extrañar,
amar, soñar, esperar,
entre un dolor gozoso
y un gozo doloroso.
¡Con el gozo de un preso, te extraño!

En mi camino diario en esta frontera,
de locura, evasión, tristeza, muerte,
mi ratonera,
donde no hay nada,
solo una cosa es cierta,
tú, amor:¡Que eres al cielo la  puerta abierta!

Yo aquí, ¡con el gozo de un preso, te extraño!



domingo, 4 de septiembre de 2016

A: Francisco
Joel García Carrasco.

Amigo entrañable,
es un oquedal,
pluma prismática,
lozano como un arrozal.

Es alcázar,
más parecido a un añalejo.
Amigo no se separe,
que yo de usted no me alejo.

Me saque la lotería
al tener tan dulce encuentro,
más cercano lo presiento
al estar lejos de su compañía.

Nuestra amistad es equinoccio,
epopeya que se hace equitativa,
no caemos en la ciénaga,
nada carcome, nada es nociva.

Su pluma es parecida a un ciervo;
De color pardo rojizo,
de cuernos ramosos, tierno,
un poeta… un poeta antojadizo.


  ¡Todo está bien! Francisco Márquez Razo.              Vi a un hombre acribillado en la calle, me sentí triste, después escuché...