EL BAÑO DEL ELEFANTE.
Francisco Márquez Razo.
Me
sorprendió intensamente observar los hábitos de los elefantes y uno qué más
llamó mi atención fue observar el ritual del baño, aproximadamente una hora
aquel enorme animal sumergido en el agua limpiándose y aseándose
concienzudamente, lo qué no logré entender fue lo que sucedió después, apenas
salió del agua se acercó a dónde se encontraba una gran cantidad de tierra
suelta y sin más ni más se revolcó a conciencia, cubriéndose de tierra, polvo y
lodo totalmente.
Me tranquilizó pensar qué estas actitudes irracionales e incomprensibles
solamente eran parte de la naturaleza animal, nosotros somos seres pensantes y
jamás haríamos algo parecido, limpiarnos para después ensuciarnos, es ilógico,
bueno eso creí.
Un domingo por la mañana, después de una noche de parranda, mi padre se
levantó y entró a tomar un baño, desayunamos, no sin antes agradecer por los
alimentos recibidos, orando en silencio, su rostro mostraba la preocupación de
los gritos e insultos proferidos bajo el influjo del alcohol a mi madre y desde
luego también a mí, posteriormente acudimos a la misa dominical, él se alejó
para confesarse y al regresar su cara se veía más tranquila, incluso puedo
decir que en paz, tanto qué se tomó la molestia de abrazarnos, después comulgó
relajadamente y salimos radiantes.
La comida en familia auguraba una tarde de alegría, pero entonces bebió
de nueva cuenta y se repitieron los gritos, después los insultos y finalmente
los golpes.
Recordé entonces y a mi pesar el baño del elefante.
Desde entonces percibo está actitud por doquiera, en la política, en la
religión, en la sociedad, en las escuelas, en las instituciones, las familias y
en las personas.
La dieta de los mexicanos está basada en el ajo y en el agua, esto es ajoderse
y aguantarse, triste realidad.
Con los políticos que en los medios hablan de apoyar a los ciudadanos,
desgarrándose las vestiduras, para que los veamos rechinando de limpios y
después dándonos de puñaladas por la espalda con sus nuevas leyes, adiciones y
reformas a la constitución, ni más ni menos; el baño del elefante.
En la religión con aquellos ministros que le piden a su pueblo que
soporte y aguante, que siga con su dieta de ajo y agua, que la pobreza es digna
de padecerse, mientras ellos aparecen luciendo ostentosas joyas, conduciendo
vehículos de lujo y desde luego sin muestras de padecer hambre o necesidad
alguna, ¿será el baño del elefante?
En las instituciones que pregonan y predican la transparencia para todos
menos para ellos, o en las de seguridad dónde aún tienen el cinismo de
confesarnos que los elementos no han pasado los candados de seguridad y
confianza.
En las familias, que dejan la educación de sus hijos a todos, excepto
ellos mismos, que prefieren que extraños les llamen la atención y así se evitan
las molestias de hacerlo, o que
cualquiera les indique el camino a seguir, que los colocan frente a un monitor
de televisión o internet, para que aprendan, argumentan que los hijos de hoy
necesitan libertad y amigos, yo creo que lo que necesitan son padres.
A tu alrededor observas personas que a pesar de todo siguen realizando
el baño del elefante, está situación me ha obligado y espero no sea tarde a
observarme e intentar no incurrir en este tipo de hábito de limpieza.
Me pregunto si existirá algún ser humano que pueda presumir, que al
menos un año, un mes o un simple día de su vida no ha tomado el baño del
elefante.
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