jueves, 14 de mayo de 2015

EL BAÑO DEL ELEFANTE.
Francisco Márquez Razo.

                                         Me sorprendió intensamente observar los hábitos de los elefantes y uno qué más llamó mi atención fue observar el ritual del baño, aproximadamente una hora aquel enorme animal sumergido en el agua limpiándose y aseándose concienzudamente, lo qué no logré entender fue lo que sucedió después, apenas salió del agua se acercó a dónde se encontraba una gran cantidad de tierra suelta y sin más ni más se revolcó a conciencia, cubriéndose de tierra, polvo y lodo totalmente.
Me tranquilizó pensar qué estas actitudes irracionales e incomprensibles solamente eran parte de la naturaleza animal, nosotros somos seres pensantes y jamás haríamos algo parecido, limpiarnos para después ensuciarnos, es ilógico, bueno eso creí.
Un domingo por la mañana, después de una noche de parranda, mi padre se levantó y entró a tomar un baño, desayunamos, no sin antes agradecer por los alimentos recibidos, orando en silencio, su rostro mostraba la preocupación de los gritos e insultos proferidos bajo el influjo del alcohol a mi madre y desde luego también a mí, posteriormente acudimos a la misa dominical, él se alejó para confesarse y al regresar su cara se veía más tranquila, incluso puedo decir que en paz, tanto qué se tomó la molestia de abrazarnos, después comulgó relajadamente y salimos radiantes.
La comida en familia auguraba una tarde de alegría, pero entonces bebió de nueva cuenta y se repitieron los gritos, después los insultos y finalmente los golpes.
Recordé entonces y a mi pesar el baño del elefante.
Desde entonces percibo está actitud por doquiera, en la política, en la religión, en la sociedad, en las escuelas, en las instituciones, las familias y en las personas.
La dieta de los mexicanos está basada en el ajo y en el agua, esto es ajoderse y aguantarse, triste realidad.
Con los políticos que en los medios hablan de apoyar a los ciudadanos, desgarrándose las vestiduras, para que los veamos rechinando de limpios y después dándonos de puñaladas por la espalda con sus nuevas leyes, adiciones y reformas a la constitución, ni más ni menos; el baño del elefante.
En la religión con aquellos ministros que le piden a su pueblo que soporte y aguante, que siga con su dieta de ajo y agua, que la pobreza es digna de padecerse, mientras ellos aparecen luciendo ostentosas joyas, conduciendo vehículos de lujo y desde luego sin muestras de padecer hambre o necesidad alguna, ¿será el baño del elefante?
En las instituciones que pregonan y predican la transparencia para todos menos para ellos, o en las de seguridad dónde aún tienen el cinismo de confesarnos que los elementos no han pasado los candados de seguridad y confianza.
En las familias, que dejan la educación de sus hijos a todos, excepto ellos mismos, que prefieren que extraños les llamen la atención y así se evitan las molestias de hacerlo,  o que cualquiera les indique el camino a seguir, que los colocan frente a un monitor de televisión o internet, para que aprendan, argumentan que los hijos de hoy necesitan libertad y amigos, yo creo que lo que necesitan son padres.
A tu alrededor observas personas que a pesar de todo siguen realizando el baño del elefante, está situación me ha obligado y espero no sea tarde a observarme e intentar no incurrir en este tipo de hábito de limpieza.
Me pregunto si existirá algún ser humano que pueda presumir, que al menos un año, un mes o un simple día de su vida no ha tomado el baño del elefante.






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