Ángel
y Guardián
(Una
historia de Paralibros)
Francisco
Márquez Razo
Yo quiero sembrar una semilla en el río, a ver si
crece un árbol flotante para treparme a jugar. Jaime
Sabines.
Antes del inicio:
El amor por
los libros, la lectura y la escritura ha estado conmigo durante toda la vida,
sin embargo está actividad era algo personal e intensamente íntimo, fue
necesaria una crisis existencial para reencontrarme con el placer de leer y
escribir, puedo decir que fue la letra impresa, el lápiz, la hoja en blanco, lo
que me dio nuevamente la posibilidad de reconstruir mi mundo y darme el permiso
de abrirme a los demás, llevar a cabo encuentros profundos con la otredad y la
mismidad.
Así, sin
más elementos que enormes mega dosis de entusiasmo, iniciamos un club de
lectura entre amigos y básicamente la actividad era compartir e intercambiar
libros, después aceptamos participar en un taller de literatura, primero entre
pares y posteriormente con la guía de Jesús Alvarado, se sucedieron entonces
las lecturas en voz alta, la confección artesanal de algunos textos qué tuve la
fortuna de ver publicados y de pronto estábamos intentando dar un modesto y
sencillo taller de motivación a la escritura a través de la lectura. En 2011,
tuve por primera ocasión la oportunidad de conocer el programa Nacional Salas
de lectura, escuchar a Manuel Salas,
Rolando Muñoz, Everardo Ramírez y muchos otros más, qué me contagiaron
el deseo de promocionar la lectura.
Pero el más
intenso detonador fue asistir a la Filij en su edición 31, ese mismo año, tomé
la decisión de convertirme en mediador, con la apertura de la Sala de lectura: ¡Desde Adentro! En el centro de Reinserción
Social número uno.
El comienzo:
Mi llegada
al programa Paralibros, fue totalmente apresurada, un martes la invitación de
Rolando, de jueves a domingo un taller con Alan, una nueva invitación al módulo
cinco que iniciaba el lunes y culminaba el jueves, que rechacé, (y después tuve
tiempo de lamentarlo) pues consideraba que había recibido demasiado información
y aún no lograba digerirla, llenarme de más información sin procesar la primera
me parecía un despilfarro, de hecho me cuestionaba si sería yo la persona
idónea para impulsar el programa en la plaza San Agustín donde se había instalado
la estructura qué estaría administrada por el Instituto de Cultura del Estado
de Durango. Una semana entre la duda y el ansioso interés de contagiar el amor
por la lectura.
El
siguiente lunes y sin tener respuesta a mis inquietudes, apareció Rolando
en casa y me llevó a tomar posesión del
Paralibros, después de recibir las llaves acudimos por el acervo; cuatro cajas
de libros y un maletín de novedades, resulta excitante descubrir tantos nuevos
títulos, pero al ver la colección de Harry
Potter, la invención de Hugo Cabret, el Pequeño Larousse y algunos otros
textos, la paranoia se apodero de mí; ¡Nos van a romper los cristales para
llevarse los libros! Le dije a mi enlace, pues por las noches esta zona está
bastante desierta, ¡No te preocupes, respondió tranquilamente, los reponemos!
Sin
convencerme del todo, dejé únicamente una parte y el resto la llevé a mi
domicilio, esperando ver que sucedía, diariamente trasladaba cinco o seis
títulos más y así tenía la oportunidad de tomarlos entre mis manos y conocerlos,
imagine que mi primer reto sería leer la totalidad del acervo, claro que a la
fecha no lo he conseguido pero sigo en la gustosa tarea.
Los días
avanzaron y nada de lo que yo temía aconteció, 365 títulos abarrotaban la
estructura, fue más complicado habituarme al voluble cambio de clima; de la
suave brisa al viento intenso, de la tibia calidez al calor bochornoso, del
abrigador frío, al despiadado aire de tormenta invernal. Decidí esperar al
menos tres meses antes de agradecerle a Rolando su apoyo y tener así la certeza
de que lo había intentado, pero la lectura me tenía algunas sorpresas; el
Paralibros se encuentra prácticamente a la entrada del templo, así que frente a
mí se abrían paso diversos grupos de oración que no veían con buenos ojos la instalación
de la estructura y menos ofrecer abiertamente libros que no fueran de ediciones
paulinas, para las personas, paranoia mía supuse una vez más, hasta que una
santa señora se acercó a preguntarme si el señor Arzobispo había autorizado que
el Paralibros se instalase ahí, al responderle negativamente, imagino qué me
excomulgo y se dio a la tarea de esparcir rumores no muy agradables sobre la
estructura y mi persona, pues cosa curiosa diría ella; ¡No tienen una santa
biblia en ese Paralibros! Pero sí un libro que habla del uso del condón y uno
más que informa sobre la sexualidad ¿me preguntó cómo se enteraría la mujer de
que esos dos libros eran parte del acervo?
El punto
más álgido sucedió una tarde que me sorprendió esta mujer leyendo a una
familia: Malvado conejito, ya que el
mero título le aseguraba a ella que yo probablemente no acudiera con
regularidad a misa y mucho menos tuviese el
bendito
hábito de confesarme, decidió entonces acudir con los padres del templo y
pedirles que intervinieran para que se retirara la estructura del lugar.
Sin
embargo, los niños que acudían con sus madres a los grupos se quedaban en el
Paralibros para disfrutar la lectura, me agradaba ver sus sonrisas y era yo
quién sonreía cuando me decían; ¿me presta un libro padrecito? Algunos
conocidos comentaban; bueno tienes el perfil, así que no te inquietes.
Me adelanté
a los posibles eventos y le pregunté a Rolando si era posible que nos mudáramos
a otro espacio, sin compartirle lo sucedido, simplemente me comentó; ¡Tú dime
dónde y yo lo cambio! Imaginé que la plaza comercial más grande en la ciudad
sería el sitio adecuado, sin embargo sólo nos permitirían estar un mes y los
tiempos para cambiar la estructura eran de tres meses, así que no había más
remedio, no estuve al cien algunos días y de nueva cuenta encontraba razones
para alejarme, se sumó a la creciente incomodidad el hecho de qué precisamente
a las cinco de la tarde misteriosamente se encendían los aspersores que riegan
los jardines aledaños al Paralibros y algunas ocasiones resulte bañado, otras
apenas teníamos tiempo de cerrar las puertas y alejarnos a esperar que
transcurrieran los diez minutos que duraba el chubasco, y no encontré la manera
de que cambiaran el horario de regar, después de todo transcurrían ya cuatro
meses, había aportado mi granito de arena y podía marcharme sin problema.
El quinto
mes sucedió un evento de lo más desagradable: me encontraba reacomodando el
acervo cuando apareció un indigente de los que suelen rondar la plaza y sin más
ni más me propinó un puñetazo en el rostro que me mandó al piso, me levanté
sorprendido por la agresión y aquel sujeto nuevamente arremetió contra mí,
obligándome a correr al menos tres veces alrededor del Paralibros, la llegada
del propietario de un pequeño puesto en el otro extremo de la plaza, quién lo
sometió de fea manera y lo ahuyento, me permitió reponerme de la sorpresa, esto
fue la gota que derramó el vaso, acudí al día siguiente con Rolando y le
comenté lo sucedido, aquél al escucharme soltó la carcajada, molesto le decía;
¿Te ríes de que me hayan golpeado? No, sino que al correr alrededor del
Paralibros, quién te viera imaginaría que es un nuevo estilo de lectura, a mi
pesar reí también y regresé a la estructura armado con un cilindro plástico de
los que utilizamos en los talleres de lectura al oído y no precisamente para
leerle poesía a ese individuo, sin embargo, jamás a la fecha lo he tenido que
utilizar, excepto para leer poemas.
Decidí con
firmeza que al finalizar diciembre del 2012, cerraría mi círculo en el
Programa.
Una tarde
llegué y me sorprendí al encontrar la puerta lateral del Paralibros atada con
un pequeño alambre, ¡Lo abrieron! Me dije asombrado, puesto que no tenía
candados, solamente cerraba con las chapas normales, se acercó entonces el vigilante
de la plaza que entra a laborar a las tres de la tarde - en invierno el
Paralibros abre a las cuatro- y me informa que al llegar él, se encontró a un
pequeño leyendo un libro sentado en la banca, al cuestionarlo simplemente le
dijo que estaba abierto y tomó un libro, el vigilante aguardo que terminara su
lectura y al marcharse el pequeño decidió cerrarlo con un pedazo de alambre y
estar al pendiente, le agradecí y con cierta tristeza me dispuse a determinar
la cantidad de libros sustraídos, sin embargo al revisar el acervo encontré que
no faltaba un solo título, no entendía que alguien se hubiese tomado la
molestia de forzar la cerradura y después simplemente se marchara, o tal vez,
me diría el vigilante, la llegada del pequeño evitó el robo, esperamos que
volviese a aparecer el niño y agradecerle el detalle con el obsequio de un
libro a su elección, pero jamás regresó al Paralibros, así entonces concluimos
que tal vez el Paralibros tuviera un ángel, sin pensar exclamé: pues si es así le pediremos que sea nuestro
mediador entre los grupos y los libros..
Al día
siguiente y en cuanto abrí, pues ya contábamos con candados, descubrí que uno
de los sacerdotes se encaminaba hacia el Paralibros, vino a mi mente aquella
tonada que dice: diciembre me gusto pa que
te vayas, no he visto mi rostro con la cara de bobo, pero imagino que así
estaba cuando aquel personaje me solicitaba en préstamo: Pastorelas, se lo presté sin credencial, tampoco me he visto con la sonrisa de
culpable satisfacción pero también la imagino. Pues días después al cruzar
aquella santa señora frente al Paralibros y descubrir al sacerdote leyendo: 20 poemas de amor y una canción desesperada,
la vida de Sor Juana, o los misterios de Palenque, me obsequió
una sonrisa de aceptación, y no me quedo la menor duda de que hacíamos las
paces, la tarde que dejó a su nieta para que leyera un libro y no hizo gestos
al seleccionar la pequeña: Malvado
conejito, y un jueves de lectura en voz alta se quedó a escuchar a una de
las coordinadoras del grupo juvenil de la iglesia leer y compartir sus poemas y
se acercó a felicitarla, me encontré pensando que después de todo si tenía
ángel el Paralibros, no tenía una imagen para representarlo pero creí que tal
vez sería esa paloma que llega por las tardes y se acurruca en el jardín a un
costado de la estructura, si bien en ocasiones tarda en llegar, finalmente lo
hace y sé que ella lo representa.
De la misma
forma que los aspersores se encendían precisamente cuando el Paralibros estaba
en funciones, así también misteriosamente dejaron de hacerlo, hoy sólo lo hacen
en el cambio de estaciones al cambiar las flores de temporada y se toman la
delicadeza de avisarnos, para que estemos atentos.
Aguardamos
entonces que se alejaran los fríos de enero y en febrero del 2013, dimos inicio
al programa de lecturas, el arranque fue difícil, no lograba que alguien
deseara asistir, finalmente el buen amigo y escritor Jaime González, fue
nuestro padrino para el primer evento. Un mediano nerviosismo me acompaño
durante la lectura pues dio inicio con su cuento; “Matemos al cura”, título
también de su libro, y qué repitió al menos tres veces a micrófono abierto y,
para rematar, se dio el lujo de narrar un chiste de una persona de preferencias
sexuales diferentes que le pregunta a un sacerdote si los botones de la sotana
eran bragueta, le pedí al ángel que hiciera lo posible para no perder lo que
habíamos conseguido y resultó.
Si bien la intensa lluvia nos llevó a
cancelar algunas de las lecturas cerramos 2013, con un caudal de satisfacciones;
ver a una nieta que toma un libro de cuentos y lee uno de ellos a sus
abuelitos, la niña que llega feliz al Paralibros y me comparte la noticia de
que gracias a la lectura su nombre aparece en el cuadro de honor de su escuela,
la pareja de enamorados que se sienta a leer poesía a media voz, un indigente
que se deleita en la lectura, una pareja de Tarahumaras leyendo: Monstruos mexicanos, un par de monjas
que acude a leer; Rebelión en la granja,
participar en el sueño de Enrique Torres, que a sus setenta años me comparte su
anhelo de adolescencia de ser ventrílocuo y que en un viaje a Gómez Palacio
adquiere un muñeco que bautizaría cómo “Anforito”, mismo que haría su primer
presentación en el Paralibros declamando poemas de León Felipe y Amado Nervo y
posteriormente narrando cuentos de Anderson y los hermanos Grimm.
El Paralibros se convierte los jueves en
un foro de expresión, para escritores reconocidos y desconocidos, compartir la
emoción de las personas al realizar su primera lectura en voz alta frente a
público, el nerviosismo de quién lee sus primeros textos, escuchar a un adulto
que se levanta y agradece por que escuchar la lectura de poesía le permitió
olvidar sus pensamientos negativos, un joven derramar lágrimas porque un texto
que escucho le recordó al amor perdido, trae a mi mente un fragmento de: Ángel González, en su libro;
Nada grave:
Al lector se le llenaron de pronto los ojos de lágrimas, y una voz
cariñosa le susurró al oído: ¿Por qué lloras, si todo en ese libro es de
mentira?
Y él respondió. - Lo sé; pero lo que yo siento es de verdad.
En
los jueves de lectura han participado: poetas, escritores, cuentistas,
periodistas, locutores, actores, lectores, seres humanos que en su propia voz,
nos compartieron una parte de su ser y que gracias a todos ellos el Paralibros
tiene hoy un lugar por derecho propio en el ambiente lector y cultural de
nuestra ciudad.
Y antes de
qué pregunten por los tres libros que han marcado mi vida en el Paralibros; les
diré que son seis: Historia de la
resurrección del papagayo, de Eduardo Galeano, Cómo se salvó Wang-Fó, de Marguerite Yourcenar, ¿Cuánta tierra
necesita un hombre? De Lev
Tolstói, el Coloquio de los pájaros, de
Peter Sís, El libro Salvaje, de Juan
Villoro y desde luego la Antología
Poética, De Jaime Sabines, exactamente en ese orden.
El
Paralibros despertó en mí el apetito por los libros infantiles y juveniles.
Los que más
han sorprendido y me incluyo: La invención de Hugo Cabret, Soñarío, Poemas y
Canciones de Roald Dahl, El amor salva vidas y Perro, de Trino.
En 2014,
buscando retribuir y agradecer al Paralibros, nos dimos a la tarea de escribir
una letra con tentativa de poema y que gracias al apoyo de Manuel Cruz Barraza,
se convirtió en canción y realizamos una grabación casera, esperando compartirla
con nuestros lectores decidimos estrenarla en el aniversario del Paralibros y
posteriormente en televisión local, finalmente la subimos a YouTube, incluidas algunas fotos de las actividades de
lectura, basta que alguien escriba en el buscador: Paralibros San
Agustín y la encontrará sin problemas.
También
elaboramos nuestra lista de los 10 más robados del Paralibros:
1.
Malvado Conejito.
2.
El pato y la muerte.
3.
Ardilla miedosa.
4.
La calavera de cristal.
5.
La saga de Harry Potter.
6.
Soñario.
7.
La Odisea para niños.
8.
Antología poética de Jaime Sabines.
9.
Veinte poemas de amor y una carta desesperada.
10. La
tacopedia.
No
necesariamente en ese orden, en tres ocasiones los agregó nuevamente mi enlace,
pero siguen a la alza, esto me disgusta pero curiosamente, lo admito, también
me agrada.
Al inicio
de cada mes nos brinda un espacio un canal local para anunciar y promocionar
las actividades del mes, Rolando me había comentado que tal vez sería mi
coordinación por un año y concluía ya dos y medio, supuse que era hora de cerrar
el círculo.
Pero me
invitaron entonces a atender el segundo Paralibros en la ciudad llamado: Baca Ortiz, acepté sin más ni más.
El primer
día que abrimos, lo descubrí exactamente a espaldas de la estructura, se
encontraba en un árbol una figura que semeja un rostro volteado directamente
hacia el Paralibros y me dije: ¡ese es el guardián de la estructura!, se
acercaron a mí las personas que dan mantenimiento a la plaza y me solicitaban
encarecidamente que al menos encadenara
los extremos de la banca a la valla de seguridad y que por ningún motivo dejase
libros pues se los llevarían con todo y cristales, qué paranoicos pensé, y me
sorprendí al decirles: no se preocupen si se llevan los libros los reponemos.
Además,
agregué; el Paralibros tiene un guardián, señalándoles la figura en el árbol.
Así las
cosas, ahora estamos en dos espacios de lectura que propician el encuentro de
libro y lector, el primer evento de este nuevo espacio el 23 de enero del 2015,
recaudamos con la generosa aportación de amigos y público, doscientos libros
que regalamos a las personas que transitaban por la plaza, con el lema: “inicia
el año leyendo un libro”.
Las dudas
permanecen, e imagino que las personas que me vean saludar por las mañanas al
guardián y agradecer por las tardes a la paloma en representación del ángel,
pensarán que la exposición continua a los elementos me ha causado daño.
Yo, sin
embargo, pienso que la semilla ha dado fruto, ha crecido un árbol flotante en
mi río y acompañado del placer de la lectura puedo treparme a jugar.
El reto
ahora es posicionar el Paralibros Baca
Ortiz, tal como la gente identifica y acude al Paralibros San Agustín.
Y gracias a
las actividades de Paralibros, con cierta frecuencia nos invitan a charlar
sobre la lectura en diversas escuelas y a realizar algunos talleres, pero eso,
es parte de otra historia.