viernes, 29 de enero de 2016

Ángel y Guardián
(Una historia de Paralibros)

Francisco Márquez Razo

Yo quiero sembrar una semilla en el río, a ver si crece un árbol flotante para treparme a jugar.                                       Jaime Sabines.

Antes del inicio:
El amor por los libros, la lectura y la escritura ha estado conmigo durante toda la vida, sin embargo está actividad era algo personal e intensamente íntimo, fue necesaria una crisis existencial para reencontrarme con el placer de leer y escribir, puedo decir que fue la letra impresa, el lápiz, la hoja en blanco, lo que me dio nuevamente la posibilidad de reconstruir mi mundo y darme el permiso de abrirme a los demás, llevar a cabo encuentros profundos con la otredad y la mismidad.
Así, sin más elementos que enormes mega dosis de entusiasmo, iniciamos un club de lectura entre amigos y básicamente la actividad era compartir e intercambiar libros, después aceptamos participar en un taller de literatura, primero entre pares y posteriormente con la guía de Jesús Alvarado, se sucedieron entonces las lecturas en voz alta, la confección artesanal de algunos textos qué tuve la fortuna de ver publicados y de pronto estábamos intentando dar un modesto y sencillo taller de motivación a la escritura a través de la lectura. En 2011, tuve por primera ocasión la oportunidad de conocer el programa Nacional Salas de lectura, escuchar a Manuel Salas,  Rolando Muñoz, Everardo Ramírez y muchos otros más, qué me contagiaron el deseo de promocionar la lectura.
Pero el más intenso detonador fue asistir a la Filij en su edición 31, ese mismo año, tomé la decisión de convertirme en mediador, con la apertura de la Sala de lectura: ¡Desde Adentro! En el centro de Reinserción Social número uno.

El comienzo:
Mi llegada al programa Paralibros, fue totalmente apresurada, un martes la invitación de Rolando, de jueves a domingo un taller con Alan, una nueva invitación al módulo cinco que iniciaba el lunes y culminaba el jueves, que rechacé, (y después tuve tiempo de lamentarlo) pues consideraba que había recibido demasiado información y aún no lograba digerirla, llenarme de más información sin procesar la primera me parecía un despilfarro, de hecho me cuestionaba si sería yo la persona idónea para impulsar el programa en la plaza San Agustín donde se había instalado la estructura qué estaría administrada por el Instituto de Cultura del Estado de Durango. Una semana entre la duda y el ansioso interés de contagiar el amor por la lectura.
El siguiente lunes y sin tener respuesta a mis inquietudes, apareció Rolando en  casa y me llevó a tomar posesión del Paralibros, después de recibir las llaves acudimos por el acervo; cuatro cajas de libros y un maletín de novedades, resulta excitante descubrir tantos nuevos títulos, pero al ver la colección de Harry Potter, la invención de Hugo Cabret, el Pequeño Larousse y algunos otros textos, la paranoia se apodero de mí; ¡Nos van a romper los cristales para llevarse los libros! Le dije a mi enlace, pues por las noches esta zona está bastante desierta, ¡No te preocupes, respondió tranquilamente, los reponemos!
Sin convencerme del todo, dejé únicamente una parte y el resto la llevé a mi domicilio, esperando ver que sucedía, diariamente trasladaba cinco o seis títulos más y así tenía la oportunidad de tomarlos entre mis manos y conocerlos, imagine que mi primer reto sería leer la totalidad del acervo, claro que a la fecha no lo he conseguido pero sigo en la gustosa tarea.
Los días avanzaron y nada de lo que yo temía aconteció, 365 títulos abarrotaban la estructura, fue más complicado habituarme al voluble cambio de clima; de la suave brisa al viento intenso, de la tibia calidez al calor bochornoso, del abrigador frío, al despiadado aire de tormenta invernal. Decidí esperar al menos tres meses antes de agradecerle a Rolando su apoyo y tener así la certeza de que lo había intentado, pero la lectura me tenía algunas sorpresas; el Paralibros se encuentra prácticamente a la entrada del templo, así que frente a mí se abrían paso diversos grupos de oración que no veían con buenos ojos la instalación de la estructura y menos ofrecer abiertamente libros que no fueran de ediciones paulinas, para las personas, paranoia mía supuse una vez más, hasta que una santa señora se acercó a preguntarme si el señor Arzobispo había autorizado que el Paralibros se instalase ahí, al responderle negativamente, imagino qué me excomulgo y se dio a la tarea de esparcir rumores no muy agradables sobre la estructura y mi persona, pues cosa curiosa diría ella; ¡No tienen una santa biblia en ese Paralibros! Pero sí un libro que habla del uso del condón y uno más que informa sobre la sexualidad ¿me preguntó cómo se enteraría la mujer de que esos dos libros eran parte del acervo?
El punto más álgido sucedió una tarde que me sorprendió esta mujer leyendo a una familia: Malvado conejito, ya que el mero título le aseguraba a ella que yo probablemente no acudiera con regularidad a misa y mucho menos tuviese el
bendito hábito de confesarme, decidió entonces acudir con los padres del templo y pedirles que intervinieran para que se retirara la estructura del lugar.
Sin embargo, los niños que acudían con sus madres a los grupos se quedaban en el Paralibros para disfrutar la lectura, me agradaba ver sus sonrisas y era yo quién sonreía cuando me decían; ¿me presta un libro padrecito? Algunos conocidos comentaban; bueno tienes el perfil, así que no te inquietes.
Me adelanté a los posibles eventos y le pregunté a Rolando si era posible que nos mudáramos a otro espacio, sin compartirle lo sucedido, simplemente me comentó; ¡Tú dime dónde y yo lo cambio! Imaginé que la plaza comercial más grande en la ciudad sería el sitio adecuado, sin embargo sólo nos permitirían estar un mes y los tiempos para cambiar la estructura eran de tres meses, así que no había más remedio, no estuve al cien algunos días y de nueva cuenta encontraba razones para alejarme, se sumó a la creciente incomodidad el hecho de qué precisamente a las cinco de la tarde misteriosamente se encendían los aspersores que riegan los jardines aledaños al Paralibros y algunas ocasiones resulte bañado, otras apenas teníamos tiempo de cerrar las puertas y alejarnos a esperar que transcurrieran los diez minutos que duraba el chubasco, y no encontré la manera de que cambiaran el horario de regar, después de todo transcurrían ya cuatro meses, había aportado mi granito de arena y podía marcharme sin problema.
El quinto mes sucedió un evento de lo más desagradable: me encontraba reacomodando el acervo cuando apareció un indigente de los que suelen rondar la plaza y sin más ni más me propinó un puñetazo en el rostro que me mandó al piso, me levanté sorprendido por la agresión y aquel sujeto nuevamente arremetió contra mí, obligándome a correr al menos tres veces alrededor del Paralibros, la llegada del propietario de un pequeño puesto en el otro extremo de la plaza, quién lo sometió de fea manera y lo ahuyento, me permitió reponerme de la sorpresa, esto fue la gota que derramó el vaso, acudí al día siguiente con Rolando y le comenté lo sucedido, aquél al escucharme soltó la carcajada, molesto le decía; ¿Te ríes de que me hayan golpeado? No, sino que al correr alrededor del Paralibros, quién te viera imaginaría que es un nuevo estilo de lectura, a mi pesar reí también y regresé a la estructura armado con un cilindro plástico de los que utilizamos en los talleres de lectura al oído y no precisamente para leerle poesía a ese individuo, sin embargo, jamás a la fecha lo he tenido que utilizar, excepto para leer poemas.
Decidí con firmeza que al finalizar diciembre del 2012, cerraría mi círculo en el Programa.
Una tarde llegué y me sorprendí al encontrar la puerta lateral del Paralibros atada con un pequeño alambre, ¡Lo abrieron! Me dije asombrado, puesto que no tenía candados, solamente cerraba con las chapas normales, se acercó entonces el vigilante de la plaza que entra a laborar a las tres de la tarde - en invierno el Paralibros abre a las cuatro- y me informa que al llegar él, se encontró a un pequeño leyendo un libro sentado en la banca, al cuestionarlo simplemente le dijo que estaba abierto y tomó un libro, el vigilante aguardo que terminara su lectura y al marcharse el pequeño decidió cerrarlo con un pedazo de alambre y estar al pendiente, le agradecí y con cierta tristeza me dispuse a determinar la cantidad de libros sustraídos, sin embargo al revisar el acervo encontré que no faltaba un solo título, no entendía que alguien se hubiese tomado la molestia de forzar la cerradura y después simplemente se marchara, o tal vez, me diría el vigilante, la llegada del pequeño evitó el robo, esperamos que volviese a aparecer el niño y agradecerle el detalle con el obsequio de un libro a su elección, pero jamás regresó al Paralibros, así entonces concluimos que tal vez el Paralibros tuviera un ángel, sin pensar exclamé: pues si es así le pediremos que sea nuestro mediador entre los grupos y los libros..
Al día siguiente y en cuanto abrí, pues ya contábamos con candados, descubrí que uno de los sacerdotes se encaminaba hacia el Paralibros, vino a mi mente aquella tonada que dice: diciembre me gusto pa que te vayas, no he visto mi rostro con la cara de bobo, pero imagino que así estaba cuando aquel personaje me solicitaba en préstamo: Pastorelas, se lo presté sin credencial,  tampoco me he visto con la sonrisa de culpable satisfacción pero también la imagino. Pues días después al cruzar aquella santa señora frente al Paralibros y descubrir al sacerdote leyendo: 20 poemas de amor y una canción desesperada, la vida de Sor Juana, o los misterios de Palenque, me obsequió una sonrisa de aceptación, y no me quedo la menor duda de que hacíamos las paces, la tarde que dejó a su nieta para que leyera un libro y no hizo gestos al seleccionar la pequeña: Malvado conejito, y un jueves de lectura en voz alta se quedó a escuchar a una de las coordinadoras del grupo juvenil de la iglesia leer y compartir sus poemas y se acercó a felicitarla, me encontré pensando que después de todo si tenía ángel el Paralibros, no tenía una imagen para representarlo pero creí que tal vez sería esa paloma que llega por las tardes y se acurruca en el jardín a un costado de la estructura, si bien en ocasiones tarda en llegar, finalmente lo hace y sé que ella lo representa.
De la misma forma que los aspersores se encendían precisamente cuando el Paralibros estaba en funciones, así también misteriosamente dejaron de hacerlo, hoy sólo lo hacen en el cambio de estaciones al cambiar las flores de temporada y se toman la delicadeza de avisarnos, para que estemos atentos.
Aguardamos entonces que se alejaran los fríos de enero y en febrero del 2013, dimos inicio al programa de lecturas, el arranque fue difícil, no lograba que alguien deseara asistir, finalmente el buen amigo y escritor Jaime González, fue nuestro padrino para el primer evento. Un mediano nerviosismo me acompaño durante la lectura pues dio inicio con su cuento; “Matemos al cura”, título también de su libro, y qué repitió al menos tres veces a micrófono abierto y, para rematar, se dio el lujo de narrar un chiste de una persona de preferencias sexuales diferentes que le pregunta a un sacerdote si los botones de la sotana eran bragueta, le pedí al ángel que hiciera lo posible para no perder lo que habíamos conseguido y resultó.
Si bien la intensa lluvia nos llevó a cancelar algunas de las lecturas cerramos 2013, con un caudal de satisfacciones; ver a una nieta que toma un libro de cuentos y lee uno de ellos a sus abuelitos, la niña que llega feliz al Paralibros y me comparte la noticia de que gracias a la lectura su nombre aparece en el cuadro de honor de su escuela, la pareja de enamorados que se sienta a leer poesía a media voz, un indigente que se deleita en la lectura, una pareja de Tarahumaras leyendo: Monstruos mexicanos, un par de monjas que acude a leer; Rebelión en la granja, participar en el sueño de Enrique Torres, que a sus setenta años me comparte su anhelo de adolescencia de ser ventrílocuo y que en un viaje a Gómez Palacio adquiere un muñeco que bautizaría cómo “Anforito”, mismo que haría su primer presentación en el Paralibros declamando poemas de León Felipe y Amado Nervo y posteriormente narrando cuentos de Anderson y los hermanos Grimm.
El Paralibros se convierte los jueves en un foro de expresión, para escritores reconocidos y desconocidos, compartir la emoción de las personas al realizar su primera lectura en voz alta frente a público, el nerviosismo de quién lee sus primeros textos, escuchar a un adulto que se levanta y agradece por que escuchar la lectura de poesía le permitió olvidar sus pensamientos negativos, un joven derramar lágrimas porque un texto que escucho le recordó al amor perdido, trae a mi mente un fragmento de: Ángel González, en su libro; Nada grave:
Al lector se le llenaron de pronto los ojos de lágrimas, y una voz cariñosa le susurró al oído: ¿Por qué lloras, si todo en ese libro es de mentira?
Y él respondió. - Lo sé; pero lo que yo siento es de verdad.
En los jueves de lectura han participado: poetas, escritores, cuentistas, periodistas, locutores, actores, lectores, seres humanos que en su propia voz, nos compartieron una parte de su ser y que gracias a todos ellos el Paralibros tiene hoy un lugar por derecho propio en el ambiente lector y cultural de nuestra ciudad.
Y antes de qué pregunten por los tres libros que han marcado mi vida en el Paralibros; les diré que son seis: Historia de la resurrección del papagayo, de Eduardo Galeano, Cómo se salvó Wang-Fó, de Marguerite Yourcenar, ¿Cuánta tierra necesita un hombre? De Lev Tolstói, el Coloquio de los pájaros, de Peter Sís, El libro Salvaje, de Juan Villoro y desde luego la Antología Poética, De Jaime Sabines, exactamente en ese orden.
El Paralibros despertó en mí el apetito por los libros infantiles y juveniles.
Los que más han sorprendido y me incluyo: La invención de Hugo Cabret, Soñarío, Poemas y Canciones de Roald Dahl, El amor salva vidas y Perro, de Trino.
En 2014, buscando retribuir y agradecer al Paralibros, nos dimos a la tarea de escribir una letra con tentativa de poema y que gracias al apoyo de Manuel Cruz Barraza, se convirtió en canción y realizamos una grabación casera, esperando compartirla con nuestros lectores decidimos estrenarla en el aniversario del Paralibros y posteriormente en televisión local, finalmente la subimos a YouTube,  incluidas algunas fotos de las actividades de lectura, basta que alguien escriba en el buscador: Paralibros San Agustín y la encontrará sin problemas.
También elaboramos nuestra lista de los 10 más robados del Paralibros:
1.      Malvado Conejito.
2.      El pato y la muerte.
3.      Ardilla miedosa.
4.      La calavera de cristal.
5.      La saga de Harry Potter.
6.      Soñario.
7.      La Odisea para niños.
8.      Antología poética de Jaime Sabines.
9.      Veinte poemas de amor y una carta desesperada.
10.  La tacopedia.
No necesariamente en ese orden, en tres ocasiones los agregó nuevamente mi enlace, pero siguen a la alza, esto me disgusta pero curiosamente, lo admito, también me agrada.
Al inicio de cada mes nos brinda un espacio un canal local para anunciar y promocionar las actividades del mes, Rolando me había comentado que tal vez sería mi coordinación por un año y concluía ya dos y medio, supuse que era hora de cerrar el círculo.
Pero me invitaron entonces a atender el segundo Paralibros en la ciudad llamado: Baca Ortiz, acepté sin más ni más.
El primer día que abrimos, lo descubrí exactamente a espaldas de la estructura, se encontraba en un árbol una figura que semeja un rostro volteado directamente hacia el Paralibros y me dije: ¡ese es el guardián de la estructura!, se acercaron a mí las personas que dan mantenimiento a la plaza y me solicitaban encarecidamente  que al menos encadenara los extremos de la banca a la valla de seguridad y que por ningún motivo dejase libros pues se los llevarían con todo y cristales, qué paranoicos pensé, y me sorprendí al decirles: no se preocupen si se llevan los libros los reponemos.
Además, agregué; el Paralibros tiene un guardián, señalándoles la figura en el árbol.
Así las cosas, ahora estamos en dos espacios de lectura que propician el encuentro de libro y lector, el primer evento de este nuevo espacio el 23 de enero del 2015, recaudamos con la generosa aportación de amigos y público, doscientos libros que regalamos a las personas que transitaban por la plaza, con el lema: “inicia el año leyendo un libro”.
Las dudas permanecen, e imagino que las personas que me vean saludar por las mañanas al guardián y agradecer por las tardes a la paloma en representación del ángel, pensarán que la exposición continua a los elementos me ha causado daño.
Yo, sin embargo, pienso que la semilla ha dado fruto, ha crecido un árbol flotante en mi río y acompañado del placer de la lectura puedo treparme a jugar.
El reto ahora es posicionar el Paralibros Baca Ortiz, tal como la gente identifica y acude al Paralibros San Agustín.
Y gracias a las actividades de Paralibros, con cierta frecuencia nos invitan a charlar sobre la lectura en diversas escuelas y a realizar algunos talleres, pero eso, es parte de otra historia.
    
   
   




domingo, 24 de enero de 2016

ESPUMA.
Francisco Márquez  Razo. 
        
Después de la lectura del cuento: “Espuma y nada más”, de Hernando Téllez.


Las olas del mar
son espuma y nada más.

No dejaba de temblar,
al verme en el espejo
mi rostro estaba quemado
los ojos habían desaparecido
sólo abismos, huecos oscuros
a mis espaldas y cantando:
“Las olas del mar
son espuma y nada más”.

Voces dolorosamente fuertes
voces amablemente silentes
de fantasmas o espectros,
pues unos vienen muertos
y otros todavía viven.

Sueño hombres con imaginación
por eso busco dormir un poco
a pesar que mi enemigo vive en casa
y me señala, me impone condiciones
llevo el mar a mi habitación
y me susurra: “Las olas del mar
son espuma y nada más”.

Y ante el reflejo, el mar y el sueño
mi piel regresa poco a poco.

Me sumergí en el agua salada
la arena construyo un puente
los peces guiaron mi camino
trovadores de la profundidad,
en la cueva de la ostra madre
me entregó su perla de sangre.

No hay nada más bello
que la delicada piel de un sueño.

“Las olas del mar
son espuma y nada más”.



domingo, 17 de enero de 2016


Un mundo raro.

Francisco Márquez  Razo.

El esposo intentaba aclarar la situación a su esposa: Mira -le decía-  al principio creí que tal vez el problema sería culpa del cambio climático, o de la vigilancia que ejerce el gobierno sobre todos nosotros, después pensé que tal vez fuera responsabilidad de los nombres que elegimos para el perro y la gata, pero, ahora no sé, no entiendo que sucedió.
-Sigo sin entender cuál es el problema -agregó la esposa-.
Bien, iré directo al asunto; resulta que mi perro chihuahua Popeye, prefiere comerse la comida de tu gata Oliva, qué la suya.
-Mejor, exclamó la mujer con emoción, así solo compramos un alimento para mascotas.
Ni tan buena la solución, porqué a tu gata, le gustan las croquetas del perro.
-¿Estás seguro de eso?
Desde luego, los he estado observando por semanas y debo decir que fue Oliva, tu gata, la que inicio este inusual comportamiento, resulta que en cuanto le servía su ración de croquetas a Popeye, la gata corría a consumirlas glotonamente, dejando al perro sin alimento y supongo que obligado por eso, tal vez por desquite, o presionado por el hambre, el perro acudía a devorar la comida de la gata.
¿Qué extraño no crees? Decía el hombre a la mujer.
-Sí y no, tal vez debamos llevar a la gata con un sicólogo.
¿Existen sicólogos para gatos?
-¡No sé! Pero no es normal que una gata prefiera la comida del perro ¿Oh, sí?
No, no imagino que pudo suceder.
Para que lo veas con tus propios ojos, -le pidió el esposo a la esposa- acompáñame al patio.
La mujer contempló cómo su marido vaciaba una ración de croquetas en el plato de su perro Popeye, e inmediatamente descendía de la azotea la gata Oliva y enfrentándose al pequeño perro, que emprendía la huida ladrando, lo despojaba de su alimento.
Verdad que esto es increíble –señalaba el marido-.
-Sí, es totalmente absurdo –agregó la esposa-.
Después de unos momentos de silencio y observando la bolsa de las croquetas, le pedía al confundido esposo.
-Déjame ver a qué saben.
Ante la mirada sorprendida del hombre, la mujer tomó un par de croquetas que mordía con curiosidad y dejó al marido al borde de la incredulidad, cuando suavemente le confesaba: ¡Sabes, creo que después de todo no saben tan mal¡
Pienso que también yo podría comerlas.

sábado, 9 de enero de 2016


BRINDIS.
Francisco Márquez Razo.

Brindo: por el recuerdo
de tu cuerpo joven
que no envejeció en mis manos
que permanece intacto
a pesar de los años.

Brindo: por los fantasmas
de los sueños muertos
que esperan mis descuidos
para abrir los ojos
cómo hacen los enfermos
y hacerme guiños.

Brindo: por mi soledad
por la humilde nostalgia
que me ofrece en el día
la radiante frescura
de mujer recién bañada.

Brindo: porque entras en mi memoria
cómo una vez entraste en mi vida,
de golpe, repentinamente
y te fuiste dejando huella
clavos ardiendo en mi mente.

Brindo: porque en mi cielo
siempre en blanco y negro
con nubes densas y caprichosas
eternamente nocturno y tempestuoso
de cuando en cuando aparecen
breves y sublimes grietas de luz.

Brindo: por la desequilibrada espera
de gastar sensatamente
lo que me aún tenga de cordura
y romper la placida adicción
de estar en brazos de la locura.

Brindo: porqué antes de la partida
en la frontera dónde concluye
el refrendo de este viaje
antes del punto final
descubra: ¡Qué es la poesía!





lunes, 4 de enero de 2016

¡Al fin lo sé!
Francisco Márquez Razo.

Doña Francisca era una mujer bondadosa, generosa y llena de amor, con  inquebrantable paciencia cuidaba a sus dos nietos: Lupita y Manuelito.
Él contaba con seis años y ella cinco, la vida de los tres se desarrollaba en medio de una gran pobreza y carencias, su vivienda era apenas un cuartucho de adobe con escaso mobiliario y en una de las colonias más alejadas de la ciudad, la abuela dormía en un desvencijado catre y los pequeños debajo de una gran mesa cerca del fogón para que no tuvieran frio, la mesa se encontraba cubierta por un gran hule que la cubría totalmente y solamente levantándolo se podía ver dormir a los niños.
Sin embargo, algo sucedió que rompería esta inercia para el resto de la vida de estos dos pequeños: ¡La llegada de la navidad!
El veinticinco por la mañana algunos niños jugaban con los regalos y juguetes que habían recibido del niño Dios.
A través de la ventana de su vivienda observaban a los demás niños; reír, jugar, disfrutar, con sus obsequios.
Se preguntaron entonces: ¿Por qué a nosotros no nos han traído nada como a los demás niños?  ¿Por qué?
Manuelito viendo directamente a los ojos a Lupita, le dijo: ¿Sabes? Te prometo que voy a averiguar por qué  a nosotros no nos han traído un regalo, lo voy a descubrir hermanita ya lo verás.
Así, en medio de preguntas sin respuesta, llegó nuevamente navidad.
Lupita y Manuelito en un trozo de papel guardado desde mucho tiempo antes y con un pedazo de lápiz, escribieron a su leal saber y entender su carta de petición al niño Dios y en una salida a la tienda la deposito en el buzón.
Pasaron la noche buena junto con la abuela y se marcharon a dormir llenos de esperanza y alegría, bajo su mesa y cubiertos con aquel enorme mantel.
Al llegar el día siguiente de nueva cuenta nada sucedió, no había regalos ni juguetes, primero fue confusión, después dolor y un profundo llanto que duraría horas, todo el sentimiento acumulado fluiría en un mar de lágrimas, finalmente la abuela lloraría junto con ellos.
Por la noche volvería a preguntarle a su hermanito: ¿Por qué no recibimos regalos? ¿Por qué?
Desconsolado Manuelito respondía: ¿No lo sé, hermanita, no lo sé? ¡Pero te prometo que lo voy a investigar, no pararé hasta saberlo, Lupita ya lo verás!
El tiempo transcurrió rápidamente y de nueva cuenta la navidad llegaba, y después de otro año difícil para los dos niños, escribían su carta y la depositaban en un buzón, no tenían la menor duda, de que en esta ocasión finalmente y por primera vez recibirían juguetes, o regalos, nuevamente se fueron a dormir bajo aquella mesa y cubiertos por el enorme hule.
Llegó la mañana, desde la calle se escuchaban los gritos de alegría de otros niños que ya jugaban y mostraban sus obsequios recibidos, Manuelito veía con incredulidad a su alrededor, no había nada para ellos, Lupita se encontraba deshecha en lágrimas, y en ese momento, en una chispa de ingenua iluminación, Manuelito le gritó con fuerza a su hermanita: ¡Lupita, al fin lo sé, ya sé por qué no nos trae regalos ni juguetes el niño Dios!
-¿Por qué pregunto la niña ansiosa, por qué?
Manuelito triunfante explicó: porqué dormimos bajo la mesa, cubiertos por ese gran hule, el niño Dios llega y no nos ve, por eso no nos deja nada…
¡Lo ves Lupita…al fin lo sé!





  ¡Todo está bien! Francisco Márquez Razo.              Vi a un hombre acribillado en la calle, me sentí triste, después escuché...