domingo, 27 de noviembre de 2016

De poesía y poetas
Francisco Márquez Razo

Dice Francisco Cervantes: “La poesía es cómo la locura, irrenunciable”.
Y, supongo que esa es mi condición, no respecto a la poesía, si no, a la locura.
Lectura y escritura de poesía como herramienta literaria, más allá de la catarsis emocional, del ahorro en el sicoanálisis, del vuelo de la expresión liberadora, me ha brindado la oportunidad de ser consciente de mi propia ignorancia.
El camino de la poesía no es un sendero lineal, siempre hay opciones para elegir; poesía clásica, o poesía contemporánea, agregaría poesía artesanal.
Considero que los poetas puros, atan, flagelan, torturan, encarcelan el poema en una camisa de fuerza bajo el santo oficio de reglas y normas, me resistí a esto y me aleje.
Con neuronas abiertas recibí a mi poesía; la que permite las imágenes de los sueños, las palabras recreativas, la metáfora como baúl abierto de fonemas enmielados de cursilería y emoción, auténticos como la naturaleza humana.
En mi poética ignorancia, el verbo no puede ni debe ser confinado en los fríos y rígidos muros de contar silabas.
En una sociedad que se desintegra en el caos y la anarquía, que avanza de prisa hacia la deshumanización, es precisamente la palabra, el lenguaje, con lo que debemos dar la batalla y recuperar esa humanidad que el sistema intenta arrebatarnos.
Debemos presentar y consumir nuevas propuestas que eliminen las fronteras de los géneros literarios y las artes en general.
Abramos al público foros mutantes dónde la prosa este impregnada de poesía y la poesía inmersa en la prosa, que la imagen del texto domine a la estructura técnica.
Estoy convencido que la poesía es una forma de conocimiento personal, a través de la intuición, no es solamente música con palabras, es una realidad espiritual que escapa del filtro de la razón y el análisis.
La poesía me ha enseñado que el poeta es el más común de los seres humanos, a preferir por sobre cualquier otro, este idioma llamado español y que alguien diría que es el lenguaje para hablar con dios.
Me ha llevado a entender que la incertidumbre del vivir, es lo que nos permite hacerle frente al porvenir.
A maravillarme y disfrutar la luz, pero aceptando también la sombra.
A intentar ser más amigo de los amigos, que de la verdad, pues está tiene diferentes facetas y es siempre relativa.
A dudar del poder político, que por historia es una quimera y muchas ocasiones resulta una bebida trágica.
A disfrutar lo subjetivo, lo esencial, antes que lo pasajero.
A tener la certeza, de que no hay presente sin pasado.
Que el milagro de la vida es el estímulo más motivante para seguir adelante.
Que llegado el momento puede ser mi último poema las palabras de Eugenio Montale: He vivido mi tiempo con el mínimo de cobardía posible para mis débiles fuerzas.
En aquellos momentos que la realidad se vuelve insoportable, la poesía ha sido siempre cálido refugio.
Me ha permitido también soñar un mundo idílico, dónde los poetas sean conductores del mundo, que se conviertan en guerreros y con la belleza del lenguaje enfrenten y venzan la violencia, que brota como mal hierba por todas partes, poetas convertidos en extraordinarios viajeros y cómo ayer, narrando a todos sus mágicas historias, los antiguos sabían que las historias tienen el poder de sanar alma y corazón.
Poetas dedicados a promover y difundir la creatividad humana como motor del desarrollo humano, la poesía se vuelve materia obligatoria para lograr el auto-conocimiento y la plenitud, básicos en la búsqueda de felicidad.
Elegí soberana y pontificiamente la poesía cómo camino, sobre todo, porque conozco poemas que han salvado vidas, sin que lo sepan, ni los poemas ni las vidas.
La poesía me ha mostrado que no es necesario buscar poetas para aprender, que la vida diariamente nos ofrece a estos maestros mayores: Quién otorga generosamente su amistad, quién nos ofrece su guía, quién te inspira a continuar, quién da un buen consejo, quién te ofrece apoyo y comprensión, quién te ayuda a crecer en el dolor.
En suma: ¡Quién te enseña a vivir! Esos son : ¡Los poetas!




lunes, 21 de noviembre de 2016

Morir antes de nacer
Francisco Márquez Razo

Ahí estabas tú, sentada en la banca de la plaza, sé qué esperabas, pues a distancia te observé un rato, yo, vagaba como siempre, creo que las soledades se atraen, me senté a tu lado, las sonrisas dijeron todo, no recuerdo de que conversamos, quizás no hablamos, pero esa tarde dejamos de ser solitarios.
Por la noche, te soñé, sentada en la banca, parecías muñequita en aparador, no sé, si tú también me soñaste.
Nos volvimos a encontrar; la misma hora, la misma banca, la misma plaza, no sabía que decirte, de hecho hablábamos poco, bastaba estar juntos, después nos tomamos de la mano, caminamos en silencio hasta tu casa, tu casa siempre sola, no tenías papá, tu mamá trabajaba todo el día, mi caso no era mejor, mi madre nos había abandonado muchos años atrás y mi padre se había refugiado en el alcohol.
Y yo, qué nunca tuve un hogar, mi casa eras tú.
Dejaste de ir al colegio, el día, la tarde, la noche, fue totalmente nuestra.
A tu lado se desmoronaba el pasado, no existía el futuro, solo el presente, tú, y yo.
Nos escondíamos de las miradas morbosas, tú casa en la orilla de la ciudad, fue refugio, cómplice donde aprendimos a jugar, ese juego que tanto nos gusta, contigo moría y volví a nacer.
Vivía solo por ti y para ti, supongo que eso es el amor, no pensar solo sentir, no necesitábamos más, nada nos hacía falta, después de todo no poseíamos nada, solo éramos tú, y yo.
Y, sin saber cómo, enfermaste, poco pude hacer; las fiebres, los vómitos, tus constantes dolores, yo, solo veía y creo que también enferme a tu lado.
Lo peor fue cuando te aliviaste, no sabíamos que hacer, a quién recurrir, estábamos solos, siempre solos.
Pensé que te morías y quería morir contigo.
Estábamos abrazados, cuando llegó la policía, derribaron la frágil puerta de nuestra casa, tú no tenía fuerza, solo llorabas, yo estaba tan débil que no logré levantarme, llorabas en silencio, el miedo me congelaba miedo, por mí y miedo por ti, por nosotros.
Luces, ruidos, personas desconocidas haciendo preguntas que no sabía responder, miradas de asombro, de perverso morbo nos cubrían, te llevaron en una ambulancia, supongo que a un hospital, quería ir contigo, pero no me lo permitieron, me subieron a una patrulla esposado y me trajeron a la cárcel.
Me escuchaban y se sorprendían, pero seguía llegando gente y seguían preguntando.
Conocí a tu madre, pedía gritando que me muriera, que me fuera al infierno, me dijeron también que mi padre no quería verme, supongo que era verdad, pues nunca se presentó, nadie me decía dónde estabas, cómo estabas, deseaba verte, me hacías falta, quería estar contigo, que fueras siempre mi casa.
En el tribunal, la jueza me pregunto por qué lo hicimos, y yo, no sabía explicar.
Tampoco entendí que los sorprendió más; escuchar que la bebe nació de noche, que tu sola te aliviaste, que no sabíamos que hacer, que se murió no sé por qué, quizás nació así, nunca vimos su ojos, que la envolví en la cobija llena de sangre, de tu sangre, que la metí en una maleta vieja, que la llevé a tirar al basurero, que no me di cuenta que mi ropa estaba llena de sangre, y no me importo que me viera la gente, que regresé para ayudarte, aunque no sabía cómo hacerlo.
No sé si fue eso, o cuando me preguntaron: ¿Cuántos años tienes? Y respondí: yo 15 y ella 13.





domingo, 13 de noviembre de 2016

Polito
Francisco Márquez Razo

Acudí un lunes al tribunal en busca de mi padrino Polito, tal vez por el nombre, que me recordaba aquellos cuadernos baratos con los que estudie, me agradaba su compañía.
Había terminado la carrera de leyes con las mejores calificaciones de su generación, pero su introversión y nobleza, era la causa de que aquellos que lo conocían, buscaran aprovecharse de su bondad.
Su premio de consolación fue lograr que lo asignaran a uno de los juzgados cómo auxiliar, su carácter no le ayudo y termino siendo el gato del jefe, de los compañeros e incluso del intendente, pues lo mismo limpiaba escritorios, salía a comprar gordas y refrescos, que a llevar oficios.
El juez, encargado del juzgado, lo tenía atendiendo asuntos personales, al llegar la hora de salida, todos se marchaban de prisa pero él se quedaba ordenando expedientes, guardando archivos, o redactando y elaborando oficios.
Vivía solo y supongo que a su manera era feliz, jamás lo había escuchado quejarse, o despotricar contra alguien.
Llegué al área de recepción y pregunte por mi padrino, a la secretaria, una mujer que me recordaba a los camarones, le quitas la cabeza y lo demás resulta apetecible.
Sin embargo estaba furiosa, pues arrojaba carpetas a un cajón y vociferaba en voz baja palabras que no alcanzaba a escuchar y sin voltear a verme simplemente exclamó: ¡Ahorita viene!
Me senté a esperar, minutos más tarde apareció Polito, con cara de tristeza, la mujer se levantó, se plantó frente a él y le ordeno: ¡Siéntese y espere, voy a arreglar esto!
Se acomodó a mi lado y quedamente inquirí: ¿Y, está quién es?
¡La amiga íntima del juez! Me respondió.
Llegas en mal momento ahijado, tenemos problemas en la oficina, se solicitó un recorte en el personal y me avisaron que sería yo.
Intente animarlo: ¡Vamos a tomar un café, padrino y platicamos!
No, hijo, ahorita no puedo, debo esperar que el juez haga mi oficio de baja y esperar que me llame para firmarlo y así quede enterado oficialmente, y sé qué nadie va a abogar por mí.
¡Bueno esperaré aquí con usted!
La mujer había entrado de prisa al privado del jefe y se escuchaba una acalorada discusión que poco a poco fue subiendo de tono hasta convertirse en gritos que todos podíamos escuchar: -Pero cómo se te ocurre querer despedir a Polito, es cierto que nadie nota su presencia, pero corre a quién quieras menos a él, no solo hace tu chamba, también hace la mía, y ni pienses que voy a trabajar y quedarme tiempo extra, así que de una vez por todas entiende: ¡Es el único que trabaja en esta oficina!
Salió la mujer y se veía satisfecha.
Mi padrino se levantó y sonriendo me decía: ¡Vamos por ese café, ahijado, yo invito!



domingo, 6 de noviembre de 2016

Gallo bueno, Gallo malo
Francisco Márquez Razo

Cuentan que en cierta ocasión, un funcionario de primer nivel en la administración estatal, a quién le apodaban: El sincronizado, porqué abría la boca y metía la pata.
Llegó a un palenque clandestino, de esos que las autoridades dicen que no existen, pero que funcionan los fines de semana en la periferia de la ciudad.
No sabemos si fue para darse valor, o, para darse a valer, se acercó con el amarrador principal de ese lugar y, en voz baja, mientras le extendía un billete nuevecito de quinientos pesos, le preguntó: ¿Dígame, mi compa, cuál es el bueno de la pelea estelar?
Antes de responder, con la habilidad de cajero en banco, verificó que el billete fuera auténtico; revisando gota de agua, tira protectora, relieves y todas esas cosas que el ciudadano común pasa por alto, satisfecho, el amarrador guardó el billete en la bolsa derecha del pantalón y volteando a todos lados para evitar que los percibieran, respondió igualmente en voz baja: ¡El bueno es el rojo!
Con esta información privilegiada, el funcionario apostó la nómina completa de la dependencia, el pago a proveedores e incluso las partidas presupuestales del sexenio completo, con la seguridad del sabor del triunfo en la boca.
Pero, en la pelea, el rojo quedó muerto sobre la arena y aserrín de aquél lugar, mientras el rival: El pinto, celebraba el triunfo.
El funcionario, con rabia y desesperación confrontó al amarrador y le reclamó: ¡Me engañaste, el rojo no era el bueno!
-No, patrón, no lo engañe, el rojo era el bueno, el malo era el otro ya ve qué friega le puso.
Al funcionario no le quedó más remedio qué pelar gallo, es decir, salió huyendo del país.
Y, ya entrados en estos temas, dicen qué el colmo de un gallo es qué se le ponga la carne de gallina, y otros opinan qué es nunca salir del cascarón.
La frase favorita de muchos funcionarios es: Silencio pollos pelones, que ahí les van a echar su maíz.
Comer gallo es sinónimo de pleito, traer de un ala, estar enamorado, echarse al pico es acabar, o liquidar, pico de cera se refiere a callarse, jarabe de pico es hablar mucho, dar picones es producir celos y algunos piensan que ser picudo, es ser muy importante.
Decir pico de gallo es pensar en una deliciosa salsa, aunque en realidad es una ensalada.
Y los expertos nos explican que somos el único pueblo que le habla de usted al gallo, diciéndole: ¡Sáquese gallo!, o: ¡Ven gallito!
Pero, lo de verdad deprimente y frustrante y sin el ánimo de amarrar navajas, es ver, descubrir, percibir, qué en nuestro país, resulta tan malo: el colorado, cómo el pinto.


  ¡Todo está bien! Francisco Márquez Razo.              Vi a un hombre acribillado en la calle, me sentí triste, después escuché...