sábado, 18 de julio de 2015

PAYASITO.
Francisco Márquez Razo.

Una estresada tarde en ese andar de prisa que llevamos cotidianamente, por el estereotipo de que nunca nos alcanza el tiempo para realizar todo aquello que deseamos hacer, me lo tope en un crucero de nuestras calles, su actuar torpe y errático, tal vez por el consumo de substancias tóxicas, me arranco una sonrisa y por un momento me llevo a olvidarme de la prisa.

Se acercó, le extendí una moneda, y pregunte: ¿Cómo te llamas? Sonriendo y alzando los hombros al tiempo que con sus manos señalaba su aspecto me respondió; ¡Pues payasito!

Si me dije, es obvio, pero me llevo a pensar que cuando ya no tienes nada que perder, pierdes tu propia identidad, dejas de ser un ser humano y te conviertes en una etiqueta; vago, adicto, ladrón, delincuente, limpiaparabrisas, payasito, y lo peor; poeta.

Todos ellos tienen algo en común, son invisibles, pasamos a su lado y no los vemos, o sería mejor decir: ¡No queremos verlos!

Sin embargo y a nuestro pesar son reales y tal vez, solo tal vez, les falto una pequeña oportunidad para convertirse en seres visibles.

Y en alguna ocasión alguien me comentaba que lo que los mata, no es la falta de alimento ni de apoyo, sino la indiferencia de todos los que los ignoramos, los que los evadimos, día con día.

A fuerza de toparnos diariamente, pues él trabajaba en la calle que era mi camino habitual, con el paso del tiempo llegamos a conversar, siempre de prisa, por la mía claro está, hasta que un buen día desapareció y lo digo literalmente, ya que nunca había tenido identidad, simplemente dejo de existir, ahora, detengo un poco mi marcha apresurada y me permito verlos, tal vez intentando que dejen de ser invisibles, claro que también sin conseguirlo.

Y para él, buscando la forma de decir adiós ya que no tuve la oportunidad de hacerlo, escribí esto, con la esperanza de que más ojos se detengan y los vean:


PAYASITO.

Era bueno cualquier sitio
con frío, sol, o, aguacero
él escogía un crucero
y  se vestía de payasito.

Lo que le faltaba de actor
lo cubría con el corazón
y después de su actuación
pedía una moneda, ¡por favor!

Que si el día era bueno
y abundaba el dinero
comería sopa marinada
y un buen “churro” de marihuana.

Pero si escasean los pesos
y son pocos los recursos
aunque ese día no coma
que no falte su “hierba santa”.

Pues fumándola se fuga
y sólo así se le olvida
que no quiere la vida
que no tiene familia.

Con ella se vuelve fuerte
y no le asusta la muerte,
sin ella regresa el miedo,
de no tener nada, de estar solo.

Después robaba cosas
para llenarse de drogas
decía que soñaba locuras
que un ángel lo elevaba con sus alas.

Y un día ahí en un rinconcito
intoxicado en la calle murió,
nadie lo reclamo, nadie lo lloro
porque sólo era: ¡Un payasito!



lunes, 13 de julio de 2015

INSOMNIO.
Francisco Márquez Razo.

Tenía una semana con el mismo problema, me acostaba y en el momento que estaba por llegar el sueño, el mismo sonido iniciaba a molestarme sin lograr dormir; tic, tac, tic, tac, una y otra vez.

Lo intente todo, meditación, relajación, contar ovejas, pero nada funcionaba; tic, tac, tic, tac, esto ya era de locos.

Finalmente estallé, me incorporé y tome un martillo para destruir aquel fastidio.

¿Qué haces? Pregunto mi esposa al verme.

-Voy a destruir ese maldito reloj, que no me permite dormir.

Me miro sorprendida y con temor respondió: ¡El reloj hace seis meses que no funciona!


  ¡Todo está bien! Francisco Márquez Razo.              Vi a un hombre acribillado en la calle, me sentí triste, después escuché...