miércoles, 18 de noviembre de 2020

 

Semillero

Francisco Márquez Razo

 

Oculto

en legendario túnel

bebo agua de mi noria,

desgasto

el pavimento

de la calle

5 de febrero,

soy un fantasma

que se aparece

de día

y, en horas de oficina

en la presidencia municipal,

un paciente

que pierde la paciencia

y cordura,

esperando,

buscando,

que abra la oficina

de la dirección de cultura,

me escondo del sol

en el parque ajiladero,

permanezco de pie

en un estante

de la biblioteca,

converso

con un cuadro de Tohue

en la casa de la cultura,

soy arqueólogo honorario

en el museo comunitario,

me deleito con un cono doble

de nieve de guayaba,

y, en la plaza

paso lista de presente

en el club de los enchilados,

boleo mi calzado

con poesía de Chicho,

navego en el tiempo,

del COBAED

a la Vicente Guerrero;

tacos del Brayán,

café de la patrona,

pizzas del malquerido,

pescado en la sierra,

tacos de la Villa,

comida en el plaza,

y no soy de la calle,

sino que la calle

es solo mía,

soy camino,

soy viajero,

soy jardinero,

soy:

¡Semillero!

 

 

 

 

viernes, 10 de enero de 2020


Morir antes de nacer
Francisco Márquez Razo

Ahí estabas, sentada en la banca de la plaza, sé qué esperabas, pues a distancia te observé, yo, vagaba como siempre, las soledades se atraen, me senté a tu lado, las sonrisas dijeron todo, no recuerdo que conversamos, quizás no hablamos, pero esa tarde dejamos de ser solitarios.
Por la noche, te soñé, sentada en la banca, parecías muñequita en aparador, no sé, si tú también me soñaste.
Nos volvimos a encontrar; la misma hora, la misma banca, la misma plaza, no sabía que decirte, de hecho hablábamos poco, bastaba estar juntos, después nos tomamos de la mano, caminamos en silencio hasta tu casa, tu casa siempre sola, no tenías papá y mamá trabajaba todo el día, mi caso no era mejor, mi madre nos había abandonado años atrás y mi padre se había refugiado en el alcohol.
Y yo, qué nunca tuve un hogar, mi casa eras tú.
Dejaste de ir al colegio, el día, la tarde, la noche, fue nuestra.
A tu lado se desmoronaba el pasado, no existía el futuro, solo el presente, tú, y yo.
Nos escondíamos de las miradas morbosas, tú casa en la orilla de la ciudad, fue refugio, cómplices que aprendimos a jugar, ese juego que tanto nos gusta, contigo moría y volví a nacer.
Vivía por ti y para ti, supongo que eso es el amor, no pensar solo sentir, no necesitábamos más, nada nos hacía falta, después de todo no poseíamos nada, solo éramos tú, y yo.
Y, sin saber cómo, enfermaste, poco pude hacer; las fiebres, los vómitos, tus constantes dolores, yo, solo veía y creo que también enfermé a tu lado.
Lo peor fue cuando te aliviaste, no sabíamos que hacer, a quién recurrir, estábamos solos, siempre solos.
Pensé que morías y quería morir contigo.
Estábamos abrazados cuando llegó la policía, derribaron la frágil puerta de nuestra casa, tú no tenías fuerza, solo llorabas quedamente, yo estaba tan débil que no logré levantarme, el miedo me congelaba, miedo por mí y miedo por ti, por nosotros.
Luces, ruidos, personas desconocidas haciendo preguntas que no sabía responder, miradas de asombro, de perverso morbo nos cubrían, te llevaron en una ambulancia, supongo que a un hospital, quería ir contigo, pero no me lo permitieron, me subieron a una patrulla esposado y me trajeron a la cárcel.
Me escuchaban y se sorprendían, pero seguía llegando gente y seguían preguntando.
Conocí a tu madre, pedía gritando que me muriera, que me fuera al infierno, me dijeron también que mi padre no quería verme, supongo que era verdad, pues nunca se presentó, nadie me decía dónde estabas, cómo estabas, deseaba verte, me hacías falta, quería estar contigo, que fueras siempre mi casa.
En el tribunal, la jueza me pregunto por qué lo hicimos, y yo, no sabía explicar.
Tampoco entendí que los sorprendió más; escuchar que la bebé nació de noche, que tu sola te aliviaste, que no sabíamos que hacer, que se murió no sé por qué, quizás nació así, nunca vimos sus ojos, que la envolví en la cobija llena de sangre, de tu sangre, que la metí en una maleta vieja, que la llevé a tirar al basurero, que no me di cuenta que mi ropa estaba llena de sangre, y no me importo que me viera la gente, que regresé para ayudarte, aunque no sabía cómo hacerlo.
No sé si fue eso, o cuando me preguntaron: ¿Cuántos años tienes? Y respondí: yo 15 y ella 13.

viernes, 3 de enero de 2020


En los salones de Nombre de Dios
Francisco Márquez Razo                                             

Te invente
con la mirada
o, ¿fue tu mirada
quien me invento?

No intento
entenderlo,
la luz de tus ojos
me busca,
me encuentra,
me deslumbra,
soy ciego
en la sombra
mudo
ante el sol,
solo percibo
aspiro
tu aliento,
que pequeño
se ha quedado
mi mundo,
suaves manos,
dulces besos,
aire azul,
pantera negra
anida en mi pecho,
los salones
tienen aroma
de manzana
se pega en mi piel,
no busco luchar,
no hay guerra
o batalla
que ganar.

Mi corazón
despierta
te escucha hablar,
agua,
aire,
caos
o fuego,
todo es silencio,
pienso,
respiro,
me alimento
de un sueño,
despierto
entonces
y,
tu mirada
vuelve
a inventarme.




  ¡Todo está bien! Francisco Márquez Razo.              Vi a un hombre acribillado en la calle, me sentí triste, después escuché...