domingo, 17 de enero de 2016


Un mundo raro.

Francisco Márquez  Razo.

El esposo intentaba aclarar la situación a su esposa: Mira -le decía-  al principio creí que tal vez el problema sería culpa del cambio climático, o de la vigilancia que ejerce el gobierno sobre todos nosotros, después pensé que tal vez fuera responsabilidad de los nombres que elegimos para el perro y la gata, pero, ahora no sé, no entiendo que sucedió.
-Sigo sin entender cuál es el problema -agregó la esposa-.
Bien, iré directo al asunto; resulta que mi perro chihuahua Popeye, prefiere comerse la comida de tu gata Oliva, qué la suya.
-Mejor, exclamó la mujer con emoción, así solo compramos un alimento para mascotas.
Ni tan buena la solución, porqué a tu gata, le gustan las croquetas del perro.
-¿Estás seguro de eso?
Desde luego, los he estado observando por semanas y debo decir que fue Oliva, tu gata, la que inicio este inusual comportamiento, resulta que en cuanto le servía su ración de croquetas a Popeye, la gata corría a consumirlas glotonamente, dejando al perro sin alimento y supongo que obligado por eso, tal vez por desquite, o presionado por el hambre, el perro acudía a devorar la comida de la gata.
¿Qué extraño no crees? Decía el hombre a la mujer.
-Sí y no, tal vez debamos llevar a la gata con un sicólogo.
¿Existen sicólogos para gatos?
-¡No sé! Pero no es normal que una gata prefiera la comida del perro ¿Oh, sí?
No, no imagino que pudo suceder.
Para que lo veas con tus propios ojos, -le pidió el esposo a la esposa- acompáñame al patio.
La mujer contempló cómo su marido vaciaba una ración de croquetas en el plato de su perro Popeye, e inmediatamente descendía de la azotea la gata Oliva y enfrentándose al pequeño perro, que emprendía la huida ladrando, lo despojaba de su alimento.
Verdad que esto es increíble –señalaba el marido-.
-Sí, es totalmente absurdo –agregó la esposa-.
Después de unos momentos de silencio y observando la bolsa de las croquetas, le pedía al confundido esposo.
-Déjame ver a qué saben.
Ante la mirada sorprendida del hombre, la mujer tomó un par de croquetas que mordía con curiosidad y dejó al marido al borde de la incredulidad, cuando suavemente le confesaba: ¡Sabes, creo que después de todo no saben tan mal¡
Pienso que también yo podría comerlas.

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