LA NIÑA QUE AMABA LAS
MUÑECAS.
Francisco Márquez Razo.
A la niña, le
encantaba jugar con sus muñecas, cualquier momento del día era oportuno para
hacerlo, su habitación se encontraba repleta de muñecas, limpias, ordenadas,
cuidadosamente colocadas sobre sillones y estantes, platicaba con ellas, en fin
se divertía tanto, que al verlas a ambas, uno sabía que las muñecas eran
felices y claro la niña también era feliz con ellas.
Su madre veía con agrado esta devoción de la niña
hacia sus muñecas y en su cumpleaños, navidad, día del niño y cualquier
festividad, la niña esperaba recibir una muñeca.
Era difícil saber que aumentaba más si la colección de
sus muñecas, o la felicidad de la niña por encontrarse rodeada de ellas.
Un día llegó de tierras lejanas la abuela de la niña y
con la maravillosa noticia de que pasaría unas largas, largas vacaciones con su
familia, esto le agrado a la niña, pues ahora además de sus muñecas, podría
jugar con la abuela y divertirse como nunca.
Sin embargo a la abuela, no le agrado tanto esta
desmedida afición de la niña por sus muñecas, discutió agriamente a este respecto, si bien la madre, defendía
el derecho de la niña a jugar con sus muñecas, fue la abuela quien dijo la
última palabra; ¡Debemos encontrar la forma de que esta niña deje ya de jugar
con muñecas y piense en crecer, no puede pasarse toda la vida comportándose
como eso, como una niña!
Debe entender que madurar, es eso dejar atrás los
juegos infantiles y enfocarse en prepararse para convertirse en adulto y buscar
a toda costa ser feliz.
La abuela realizó el primer movimiento, intentando
retirar las muñecas de la habitación de la niña, comentándole que debía ir
pensando en regalar, las que ya no quisiera, puesto que tenía muchas, sin
embargo la niña defendió a todas y cada una de sus muñecas, hasta que la abuela
entendió que había perdido el primer encuentro.
A partir de ese momento, la niña escuchó mil y una
razones por las cuales, no era positivo para su salud y bienestar, que tuviese
tantas muñecas, la niña escuchaba por respeto, pero en el fondo no estaba
dispuesta a perder una sola de sus más que amigas y compañeras.
La madre sólo se convirtió en un espectador en esta
lucha, entre una niña por conservar sus muñecas y una abuela decidida, a que
dejará de comportarse como una niña.
La abuela entonces decidió tomar medidas extremas;
comenzó a relatarle espeluznantes historias de horror, en las cuales las
muñecas cobraban vida y atacaban a sus dueñas.
Inclusive le comentó que ella misma había sido víctima
de ellas, cuando era niña, puesto que le gustaban tanto, que dormía todas las
noches rodeada de sus muñecas, y una madrugada despertó violentamente al sentir
que una de sus muñecas, por cierto la favorita, intentaba ahorcarla con sus
manitas de plástico, y que solamente gracias a la intervención de su padre, no
logró que la ahogaran, así noche tras noche y relato tras relato, la mente de
la niña, comenzó a llenarse de historias que poco a poco cambiaron sus
tranquilos y felices sueños, en pesadillas donde se veía rodeada y acorralada
por sus propias muñecas.
Para cerrar el capítulo con broche de oro, una noche
la abuela se deslizó hacia la habitación de la niña y le colocó alrededor del
cuello los brazos de una de sus muñecas y realizando cierta presión, la niña
despertó sobresaltada y su abuela estaba ahí para retirar aquellos brazos, que
según la abuela intentaban ahorcarla.
La niña entonces no se opuso a que la abuela retirará
las muñecas de su habitación y las encerrará en un armario, después de atarles
las manos con una cinta a todas y cada una de las muñecas, al día siguiente
llevo a la niña a observar y descubrió aterrorizada que todas las muñecas se
encontraban con las manos desatadas, claro que la abuela no le comentó que fue
ella quien las desato, esto termino con la resistencia de la niña y acepto
entonces que la abuela se deshiciera de todas y cada una de sus muñecas, para
evitar que fueran a lastimar a la niña.
La niña, ya no tiene muñecas, sus sueños han vuelto a
la tranquilidad, ya no ama a las muñecas, ahora las evita, sin embargo la niña
no ha vuelto a divertirse, no sonríe y tampoco es feliz, solo en algunas
contadas mañanas, despierta con una sonrisa en los labios, pues sueña que aún
es niña y que en su habitación juega con sus muñecas, estos sueños no los
comparte con nadie, ni siquiera con su madre, que curiosamente tampoco sonríe.
Solo la abuela se muestra satisfecha, pues gracias a
su ayuda, su nieta ha dejado de comportarse como una niña y está en camino de
convertirse en un adulto pleno y feliz, y claro ¡Para eso es la familia!
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