sábado, 9 de mayo de 2015

LA NIÑA QUE AMABA LAS MUÑECAS.
Francisco Márquez Razo.

                           A la niña, le encantaba jugar con sus muñecas, cualquier momento del día era oportuno para hacerlo, su habitación se encontraba repleta de muñecas, limpias, ordenadas, cuidadosamente colocadas sobre sillones y estantes, platicaba con ellas, en fin se divertía tanto, que al verlas a ambas, uno sabía que las muñecas eran felices y claro la niña también  era  feliz con ellas.
Su madre veía con agrado esta devoción de la niña hacia sus muñecas y en su cumpleaños, navidad, día del niño y cualquier festividad, la niña esperaba recibir una muñeca.
Era difícil saber que aumentaba más si la colección de sus muñecas, o la felicidad de la niña por encontrarse rodeada de ellas.
Un día llegó de tierras lejanas la abuela de la niña y con la maravillosa noticia de que pasaría unas largas, largas vacaciones con su familia, esto le agrado a la niña, pues ahora además de sus muñecas, podría jugar con la abuela y divertirse como nunca.
Sin embargo a la abuela, no le agrado tanto esta desmedida afición de la niña por sus muñecas, discutió agriamente  a este respecto, si bien la madre, defendía el derecho de la niña a jugar con sus muñecas, fue la abuela quien dijo la última palabra; ¡Debemos encontrar la forma de que esta niña deje ya de jugar con muñecas y piense en crecer, no puede pasarse toda la vida comportándose como eso, como una niña!
Debe entender que madurar, es eso dejar atrás los juegos infantiles y enfocarse en prepararse para convertirse en adulto y buscar a toda costa ser feliz.
La abuela realizó el primer movimiento, intentando retirar las muñecas de la habitación de la niña, comentándole que debía ir pensando en regalar, las que ya no quisiera, puesto que tenía muchas, sin embargo la niña defendió a todas y cada una de sus muñecas, hasta que la abuela entendió que había perdido el primer encuentro.
A partir de ese momento, la niña escuchó mil y una razones por las cuales, no era positivo para su salud y bienestar, que tuviese tantas muñecas, la niña escuchaba por respeto, pero en el fondo no estaba dispuesta a perder una sola de sus más que amigas y compañeras.
La madre sólo se convirtió en un espectador en esta lucha, entre una niña por conservar sus muñecas y una abuela decidida, a que dejará de comportarse como una niña.
La abuela entonces decidió tomar medidas extremas; comenzó a relatarle espeluznantes historias de horror, en las cuales las muñecas cobraban vida y atacaban a sus dueñas.
Inclusive le comentó que ella misma había sido víctima de ellas, cuando era niña, puesto que le gustaban tanto, que dormía todas las noches rodeada de sus muñecas, y una madrugada despertó violentamente al sentir que una de sus muñecas, por cierto la favorita, intentaba ahorcarla con sus manitas de plástico, y que solamente gracias a la intervención de su padre, no logró que la ahogaran, así noche tras noche y relato tras relato, la mente de la niña, comenzó a llenarse de historias que poco a poco cambiaron sus tranquilos y felices sueños, en pesadillas donde se veía rodeada y acorralada por sus propias muñecas.
Para cerrar el capítulo con broche de oro, una noche la abuela se deslizó hacia la habitación de la niña y le colocó alrededor del cuello los brazos de una de sus muñecas y realizando cierta presión, la niña despertó sobresaltada y su abuela estaba ahí para retirar aquellos brazos, que según la abuela intentaban ahorcarla.
La niña entonces no se opuso a que la abuela retirará las muñecas de su habitación y las encerrará en un armario, después de atarles las manos con una cinta a todas y cada una de las muñecas, al día siguiente llevo a la niña a observar y descubrió aterrorizada que todas las muñecas se encontraban con las manos desatadas, claro que la abuela no le comentó que fue ella quien las desato, esto termino con la resistencia de la niña y acepto entonces que la abuela se deshiciera de todas y cada una de sus muñecas, para evitar que fueran a lastimar a la niña.
La niña, ya no tiene muñecas, sus sueños han vuelto a la tranquilidad, ya no ama a las muñecas, ahora las evita, sin embargo la niña no ha vuelto a divertirse, no sonríe y tampoco es feliz, solo en algunas contadas mañanas, despierta con una sonrisa en los labios, pues sueña que aún es niña y que en su habitación juega con sus muñecas, estos sueños no los comparte con nadie, ni siquiera con su madre, que curiosamente tampoco sonríe.
Solo la abuela se muestra satisfecha, pues gracias a su ayuda, su nieta ha dejado de comportarse como una niña y está en camino de convertirse en un adulto pleno y feliz, y claro ¡Para eso es la familia!



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