A tiempo.
Francisco Márquez Razo.
Jamás
necesite un despertador para levantarme a tiempo, soy extremadamente puntual,
por regla general despierto a las siete de la mañana y hoy no será la
excepción, sonrió una vez más, pues cómo siempre, estoy a tiempo.
Entro al
pequeño baño, abro la llave del agua caliente, dejo correr el agua, sé que no
tarda más de un minuto en salir a la temperatura ideal, me baño disfrutando la
calidez del agua sobre mi cuerpo, diez minutos exactamente, ni uno más, todo
debe ser preciso.
Cinco
minutos para vestirme y arreglarme, hoy usaré mis mejores ropas, pues sin duda
es un día especial, quince minutos para disfrutar un delicioso almuerzo; café,
jugo de naranja, dos rebanadas de pan tostado, huevo con jamón, frijoles
refritos con queso, y para el postre una ración de papaya en trozos, cubierta
de granola y bañada con miel ¡qué delicia!
No puedo
evitar voltear hacia la pared y ver el reloj, nuevamente sonrió, pues estoy a
tiempo.
Diez
minutos más para acudir al sanitario y defecar cómo dios manda, sin pausas y
sin prisa, todo a tiempo.
Aún me
quedan veinte minutos para leer las noticias del día en el periódico, es
importante estar informado de lo que sucede en el mundo, me causa risa
descubrir que hoy es martes 13, coincidencias, me digo.
Checó de
nueva cuenta el reloj y me preparó a salir, pues debo llegar a tiempo.
Una
última vista al espejo para comprobar que todo está en su lugar, el peinado
perfecto, el cuello correcto, el calzado reluciente, me agrada mi figura,
además resulta motivante llegar a tiempo.
Salgo al
pasillo y tal como lo había previsto, en cinco minutos llegó a mi destino, ya
me esperan.
Se
asombran de ver la sonrisa en mi rostro y no es casual, sé qué soy puntual.
Me abren
la puerta, agradezco la amabilidad, entró en el amplio espacio, me acomodo en
el sillón, me remuevo un poco intentando que se amolde a mi cuerpo, al fin lo
consigo, me relajo, suspiro profundamente y sonrió, pues estoy listo.
Un tipo
triste y nervioso, ¿no sé por qué? Se acerca hacia mí, revisa mis signos
vitales, y confirma lo que yo ya sabía: ¡Estoy perfectamente bien!
Atan mis
manos al sillón, para aplicarme la inyección letal.
Volteo a
ver el reloj de la pared y sonrió, pues felizmente, llegué a tiempo.
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