domingo, 18 de septiembre de 2016

La cueva de las víboras
Francisco Márquez  Razo.
        
Esperaba encontrar una oscura entrada en la falda de una montaña, incluso escalar un poco y sentirme atemorizado observando su enorme boca, oler la adrenalina recorrer mi cuerpo, buscando ser un inigualable aventurero.
El sol se encontraba en su momento de intensidad, nos había llevado cerca de tres horas llegar, y me sentía decepcionado, la cueva resulto ser un hueco sobre la falda de una loma, parecía un hoyo como cualquier otro, a simple vista no resultaba tan impresionante, me acerque intentando disimular mis emociones, creí que había resultado una pérdida de tiempo el viaje, sobre todo porque fue mi idea acudir a este lugar.
Ángel bajo su mochila de la cuatrimoto y me confrontaba: Bueno aquí estamos, cumplí cómo puedes ver, no te mentí al decirte que conocía la famosa cueva, ahí la tienes en vivo y directo, destapo una lata de cerveza y la bebió de golpe, después arrojo el envase hacia el hueco que se abría frente a nosotros, calcule un par de metros en su diámetro.
Pedro, acomodo cuidadosamente su motocicleta de campo traviesa, sobre unas rocas, también arrojo su mochila al suelo y se acercó a observar la cueva, el silencio que había mantenido desde que salimos del rancho no era usual, sin embargo no comente nada, al ver que no se movía de la posición de observador, Ángel nos explicaba: debe tener unos dos metros de fondo, pero no se recomienda entrar sobre todo en esta época, pues las víboras sobre todo las de cascabel, la utilizan para aparearse, y créanme que debe haber docenas de ellas, si quieren averiguarlo, podemos hacer fuego e intentar descender, usaremos las dos cuatrimoto cómo ancla y arrojaremos una cuerda, al llegar al fondo si caminamos unos treinta metros encontraremos un pequeño rio subterráneo y entonces la cueva se agranda y resulta una vista excelente, supongo que es la humedad del interior lo que le agrada a estos reptiles, ¿Cómo sabes todo eso? Pregunté.
Bueno hace algunos años me trajo mi abuelo no era temporada de apareamiento y bajamos sin muchos problemas, incluso comimos allá abajo, y desde entonces no había vuelto, sólo lo hice para complacer a Fernando que daba mucha lata en querer conocerla.
No pude evitarlo y observando a Pedro que evito verme a los ojos, le susurré; ¿Qué te pasa no has dicho una palabra? ¿Si no querías venir me lo hubieras dicho?
Sonrió y me aclaró, la verdad no deseaba acompañarlos, no por ti, sino por Ángel, pero ahora me alegro haberlo hecho, resulta un sitio ideal para llegar al fondo.
Ángel extrajo una soga de la canastilla de su cuatrimoto, la ató a un huizache, después rodeo las dos cuatrimoto y entonces ya seguro de que resistirían, la dejo caer a la cueva.
Me acerque a tomar mi mochila dónde traía bebida y comida la acomodé a mi espalda, al voltear se me corto el aliento, Ángel le apuntaba a Pedro con una pistola 45, a la altura del pecho, le preguntó entonces con furia; ¿Por qué Ángel, dime por qué? Eras mi mejor amigo, mi compadre, mi padrino de boda, hubiese dado mi vida por la tuya sin pensarlo.
Tenías todas las mujeres del pueblo a tu disposición y tenías que enredarte precisamente con mi esposa, aquél no respondió, sus labios temblaban, abría los ojos buscándome, pidiendo ayuda, pero yo estaba congelado, no sabía que hacer o que decir, esto era increíble, yo mismo no lo entendía.
El primer disparo travesó el pecho, la sangre me recordó una lluvia ligera, el sonido se expandió por el valle, no logré moverme, vi desaparecer el cuerpo en la cueva de las víboras, Pedro se acercó y siguió disparando hacia el interior 3 tiros más, después guardo la pistola en su cintura y me decía: ¿Ni modo Fer, te tocó ser testigo, no era mi intención, pero al menos sabrán por qué? Regresa en la cuatrimoto y trae a la autoridad, aquí los esperó.
Con el corazón acelerado subí a mi máquina y salí de prisa, llegué con los labios resecos al pueblo, me acompañaron dos policías y el comisariado, caía la tarde al regresar, a cien metros Pedro se levantó, nos observó, se acercó a la cueva y escuchamos un disparo, el cuerpo desapareció de mi vista, me quede de pie, escuchando el eco del trueno.
Hay noches cómo está de lluvia intensa, de rayos en el cielo oscuro, que me recuerdan una loma, un hueco en el piso y a mi pesar llegan malos sueños, pesadillas de víboras y amigos, de un maldito día que me pareció buena idea conocer la cueva de las víboras.


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