lunes, 6 de noviembre de 2017

El poeta muerto
Francisco Márquez Razo

Contaré la historia
que me contaron un día:
Un hombre ordinario
sufría extraña enfermedad,
retraído,
andaba siempre solo,
según contaba la familia.

De pequeño,
conversaba
con amigo imaginario,
en la adolescencia
inventaba poemas e historias.

Creía en mejorar el mundo,
tenía absurda y pobre meta:
¡Deseaba ser poeta!

Para la sana sociedad
no resultaba más que un loco
con desquiciantes ideas,
¿A quién se le ocurre
que puedas vivir libre
sin pagar regalías?

Siendo adulto,
dialogaba horas
con inquieto niño interno,
realidad decidió ayudarlo
y en manicomio
fue recluido.

Su casa ahora,
tiene altas paredes
le acompañan ángeles
vestidos de blanco
su cuarto no tiene ventanas
solo muros
y piso acolchado.

Decía la gente cuerda
que más y más empeoraba
comentan que confrontaba
únicamente con palabras
a sus demonios internos,
nadie,
ninguno entendía
qué en su rostro
florecía sonrisa
y a todos,
por igual atemoriza.

Si el tejido se rasga,
la sociedad se desintegra,
si volvemos al caos,
y todo es anarquía,
este pobre demente
¿De qué se ríe?

Para prevenir,
no fuese contagiosa locura
el sistema pasa factura
le ayuda a bien morir.

Sus restos,
a fosa común
y, a otra cosa mariposa.

Pero,
cuando la luna es nueva
canciones,
poemas sin retoques,
se escuchan,
cerrando los ojos
abriendo los sentidos.

Dicen que es vano intento,
de triste poeta muerto
que sigue
y sigue insistiendo
en ser feliz, y compartir
lo que ha aprendido,
¿Verdad, o mentira?
Me contaron un día
esto que cuento.

Pero, también me pregunto:
¿Cuántos son los poetas
que su poesía solo se escucha
en el cementerio?



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