El poeta muerto
Francisco Márquez Razo
Contaré
la historia
que
me contaron un día:
Un
hombre ordinario
sufría
extraña enfermedad,
retraído,
andaba
siempre solo,
según
contaba la familia.
De
pequeño,
conversaba
con
amigo imaginario,
en
la adolescencia
inventaba
poemas e historias.
Creía
en mejorar el mundo,
tenía
absurda y pobre meta:
¡Deseaba
ser poeta!
Para
la sana sociedad
no
resultaba más que un loco
con
desquiciantes ideas,
¿A
quién se le ocurre
que
puedas vivir libre
sin
pagar regalías?
Siendo
adulto,
dialogaba
horas
con
inquieto niño interno,
realidad
decidió ayudarlo
y
en manicomio
fue
recluido.
Su
casa ahora,
tiene
altas paredes
le
acompañan ángeles
vestidos
de blanco
su
cuarto no tiene ventanas
solo
muros
y
piso acolchado.
Decía
la gente cuerda
que
más y más empeoraba
comentan
que confrontaba
únicamente
con palabras
a
sus demonios internos,
nadie,
ninguno
entendía
qué
en su rostro
florecía
sonrisa
y
a todos,
por
igual atemoriza.
Si
el tejido se rasga,
la
sociedad se desintegra,
si
volvemos al caos,
y
todo es anarquía,
este
pobre demente
¿De
qué se ríe?
Para
prevenir,
no
fuese contagiosa locura
el
sistema pasa factura
le
ayuda a bien morir.
Sus
restos,
a
fosa común
y,
a otra cosa mariposa.
Pero,
cuando
la luna es nueva
canciones,
poemas
sin retoques,
se
escuchan,
cerrando
los ojos
abriendo
los sentidos.
Dicen
que es vano intento,
de
triste poeta muerto
que
sigue
y
sigue insistiendo
en
ser feliz, y compartir
lo
que ha aprendido,
¿Verdad,
o mentira?
Me
contaron un día
esto
que cuento.
Pero,
también me pregunto:
¿Cuántos
son los poetas
que
su poesía solo se escucha
en
el cementerio?
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