Arquitectura
Urbana
Francisco Márquez Razo
Caminaba rumbo a la parada del
autobús, temprano para ser sábado, andaba un poco adormilado, el aire resultaba
violentamente frio y dudaba entre continuar, o regresar por un suéter, en la segunda cuadra saliendo
de casa, di vuelta a la derecha, entonces la vi, sin saber porque, me detuve,
parecía que todo dejaba de tener sentido; el aire frío, la modorra, mi prisa,
aquella imagen llenaba por completo la mirada.
Cada uno de los músculos que
conforman mi cuerpo deseo con urgencia tener el ojo de un brillante pintor y
dibujar aquella maravilla que la naturaleza humana me ofrecía y realizar la más
perfecta pintura jamás hecha.
Si al menos tuviera el enfoque de
un artista de la lente y captara en fotografía aquella magna obra, sin duda
obtendría los mejores premios a nivel mundial.
Pero, ni sé dibujar, ni pintar,
tampoco soy fotógrafo, ¡Qué pinche coraje!
Si de perdido tuviese el
sentimiento y la voz de un cantante natural, compondría una emotiva canción y
la cantaría con alma y corazón para expresar todo esto que siento y experimento
en este mágico momento.
Si tocara un instrumento musical,
ella sería mi constante inspiración y tocaría las más bellas melodías para
ofrendárselas a ella.
Pero, ¡Carajo! Ni toco, ni canto,
¡Me lleva la chin…!
Ahorita mismo, ya de jodido,
fuera poeta lírico y escribir un poema, no, mejor diez poemas, e incluso un
poemario completo, así dejaría por escrito este ramillete de dulces sensaciones
que siento tan solo de verla, podría también declamarlos en las plazas, o en
los camiones, únicamente para agradecerle haberla visto.
Pero ni a poeta llego: ¡Que
amargura y frustración me invade!
Por vez primera me siento un
completo inútil.
Ella seguía ahí; perfecta,
deslumbrante, no le faltaba nada, todo estaba donde debía estar.
Inspirado por el sublime momento,
regrese a casa de prisa, tomé dos bolsas de plástico de esas de centro
comercial, las llené a su máxima capacidad con lo que encontré, las até con
firmeza, incluí un peluche que estaba desgarrado y sucio, que en algún tiempo
fue un changuito y sin dejar de sonreír bobamente, desande mis pasos con
reverente devoción, coloqué aquellas bolsas a su lado, acomodándolas
artísticamente, el peluche adorno las bolsas, solo entonces pude continuar su
camino con el espíritu pleno y rebosante de haber contribuido en aumentar la
belleza de esa exquisita y maravillosa pila de basura en medio de la calle y
estaba seguro era la más completa expresión de la arquitectura urbana.
No dejé de soñar con ella durante
los siguientes tres meses y para mi creciente tristeza: ¡Jamás volví a verla!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario