La cueva de las víboras
Francisco
Márquez Razo.
Esperaba encontrar una
oscura entrada en la falda de una montaña, incluso escalar un poco y sentirme
atemorizado observando su enorme boca, oler la adrenalina recorrer mi cuerpo,
buscando ser un inigualable aventurero.
El sol se encontraba en
su momento de intensidad, nos había llevado cerca de tres horas llegar, y me
sentía decepcionado, la cueva resulto ser un hueco sobre la falda de una loma,
parecía un hoyo como cualquier otro, a simple vista no resultaba tan
impresionante, me acerque intentando disimular mis emociones, creí que había
resultado una pérdida de tiempo el viaje, sobre todo porque fue mi idea acudir
a este lugar.
Ángel bajo su mochila
de la cuatrimoto y me confrontaba: Bueno aquí estamos, cumplí cómo puedes ver,
no te mentí al decirte que conocía la famosa cueva, ahí la tienes en vivo y
directo, destapo una lata de cerveza y la bebió de golpe, después arrojo el
envase hacia el hueco que se abría frente a nosotros, calcule un par de metros
en su diámetro.
Pedro, acomodo
cuidadosamente su motocicleta de campo traviesa, sobre unas rocas, también
arrojo su mochila al suelo y se acercó a observar la cueva, el silencio que
había mantenido desde que salimos del rancho no era usual, sin embargo no
comente nada, al ver que no se movía de la posición de observador, Ángel nos
explicaba: debe tener unos dos metros de fondo, pero no se recomienda entrar
sobre todo en esta época, pues las víboras sobre todo las de cascabel, la
utilizan para aparearse, y créanme que debe haber docenas de ellas, si quieren averiguarlo,
podemos hacer fuego e intentar descender, usaremos las dos cuatrimoto cómo
ancla y arrojaremos una cuerda, al llegar al fondo si caminamos unos treinta
metros encontraremos un pequeño rio subterráneo y entonces la cueva se agranda
y resulta una vista excelente, supongo que es la humedad del interior lo que le
agrada a estos reptiles, ¿Cómo sabes todo eso? Pregunté.
Bueno hace algunos años
me trajo mi abuelo no era temporada de apareamiento y bajamos sin muchos
problemas, incluso comimos allá abajo, y desde entonces no había vuelto, sólo
lo hice para complacer a Fernando que daba mucha lata en querer conocerla.
No pude evitarlo y
observando a Pedro que evito verme a los ojos, le susurré; ¿Qué te pasa no has
dicho una palabra? ¿Si no querías venir me lo hubieras dicho?
Sonrió y me aclaró, la
verdad no deseaba acompañarlos, no por ti, sino por Ángel, pero ahora me alegro
haberlo hecho, resulta un sitio ideal para llegar al fondo.
Ángel extrajo una soga
de la canastilla de su cuatrimoto, la ató a un huizache, después rodeo las dos
cuatrimoto y entonces ya seguro de que resistirían, la dejo caer a la cueva.
Me acerque a tomar mi
mochila dónde traía bebida y comida la acomodé a mi espalda, al voltear se me
corto el aliento, Ángel le apuntaba a Pedro con una pistola 45, a la altura del
pecho, le preguntó entonces con furia; ¿Por qué Ángel, dime por qué? Eras mi
mejor amigo, mi compadre, mi padrino de boda, hubiese dado mi vida por la tuya
sin pensarlo.
Tenías todas las
mujeres del pueblo a tu disposición y tenías que enredarte precisamente con mi
esposa, aquél no respondió, sus labios temblaban, abría los ojos buscándome,
pidiendo ayuda, pero yo estaba congelado, no sabía que hacer o que decir, esto
era increíble, yo mismo no lo entendía.
El primer disparo
travesó el pecho, la sangre me recordó una lluvia ligera, el sonido se expandió
por el valle, no logré moverme, vi desaparecer el cuerpo en la cueva de las
víboras, Pedro se acercó y siguió disparando hacia el interior 3 tiros más,
después guardo la pistola en su cintura y me decía: ¿Ni modo Fer, te tocó ser
testigo, no era mi intención, pero al menos sabrán por qué? Regresa en la
cuatrimoto y trae a la autoridad, aquí los esperó.
Con el corazón
acelerado subí a mi máquina y salí de prisa, llegué con los labios resecos al
pueblo, me acompañaron dos policías y el comisariado, caía la tarde al
regresar, a cien metros Pedro se levantó, nos observó, se acercó a la cueva y
escuchamos un disparo, el cuerpo desapareció de mi vista, me quede de pie,
escuchando el eco del trueno.
Hay noches cómo está de
lluvia intensa, de rayos en el cielo oscuro, que me recuerdan una loma, un
hueco en el piso y a mi pesar llegan malos sueños, pesadillas de víboras y
amigos, de un maldito día que me pareció buena idea conocer la cueva de las
víboras.
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