domingo, 28 de junio de 2015

LABIOS.
Francisco Márquez Razo.

Tus labios
en silencio pronuncian mi nombre
mi piel lo escucha
se desprende y te busca.

Penetra a través de tus ojos
ellos me absorben, abismos
de celestes mares
muros de luz, impenetrables.

Tu nariz me inhala,
tornado de furia ardiente
me azota, me eleva en el aire
después, sin piedad me exhala.

Me refugio en tus senos
cuál sanguijuela me aferro a ellos
permanezco en la sombra de tu aura
padezco demencia, senil locura.

Soy Caín, lo dice y lo muestra
la marca qué llevo en la frente
hasta que tus labios pronuncian mi nombre
mi piel lo escucha y se desprende.




domingo, 21 de junio de 2015


PARA JOSÉ.
Francisco Márquez Razo.

Es tu piel
del color de la sangre
y tu cielo
y tu tierra,
tu voz
y tu pluma,
roja también.

Tu imaginación
la negra fragua
de la muerte,
del dolor, del luto
que viste el alma
por no encontrar
a dios en la tierra,
navegas muros de agua
marinero preso
en las cuatro esquinas
de tu ardiente palabra.

Carpintero de la textualidad
tu nombre, es emblema
estandarte de rebeldía,
revolucionaria letanía
que siembra la espiritualidad
cosecha de inconformidad
ante nuestra maquillada realidad.

Dame tu digna mirada
para ver frente a frente
la meretriz llamada política,
préstame tu firme pluma,
tu irrevocable canto
para endulzar el violento desierto
que destruye mi país
hoy, cómo en el tiempo,
cómo hace cien años
angustia ya tuya
angustia ya mía
de andar por la vida;
de agua
de luto
de Revueltas

y sin paz en la tierra.

sábado, 13 de junio de 2015

¡HAZLO AHORA MISMO!
Francisco Márquez Razo.

Un empresario, acudió a magistral conferencia sobre desarrollo humano.

Salió, con la idea de mover al mundo y una frase en mente y corazón: ¡Hazlo ahora mismo!
Decidió compartir su entusiasmo con empleados y familia, mandó imprimir un millar de hojas con esta frase y las colocó en casa y empresa.

Esperaba que sus trabajadores, hicieran a un lado su conformismo e hicieran aquello que tanto habían esperado, con entusiasmo y decisión.

Y la verdad no fue mucho lo que espero para ver resultados.

Al día siguiente; su secretaria acudió a la P.G.R. a denunciar sus fraudes, la mitad de empleados renunciaron y la otra mitad decidió iniciar una huelga buscando mejores salarios y prestaciones, su contador huyó con la nómina y sus cuentas bancarias, al salir de la oficina se estaba incendiando su camioneta de lujo.

Cuando llegó a casa, su esposa lo esperaba para anunciarle qué lo abandonaba, huía con el chofer y le recordaba que la propiedad le pertenecía.

Su hija de dieciocho años le confesó que desde los quince ya no era virgen y se casaría con un hombre veinte años mayor que ella, su hijo le reveló que tenía preferencias sexuales diferentes y viviría aparte.

Le preguntó a la empleada doméstica: ¿también tú, Inocencia, me dejas?
-No patrón yo no, y menos ahora que espero un hijo suyo.

Ser optimista en un mundo tan pesimista, no resulta sencillo, sólo: “¡Hazlo ahora mismo!”.








sábado, 6 de junio de 2015

CAER Y VOLVER A CAER.
Francisco Márquez Razo.

Mi primera vez fue al conducir un taxi en la época de lluvias, abordó un pasajero y me indico lo condujera hacia una colonia de la periferia, las calles resultaban un desastre, lodosas, resbalosas, llenas de agua, avanzaba con lentitud y dificultad, la lluvia no paraba, caía a cántaros.
Más de una ocasión pensé en bajar al pasajero y regresar, antes de seguir adelante, pero continué.
Entonces frente a mí la calle desapareció, todo era agua, imaginé que aquello era una extensión del propio mar, no alcancé a descubrir el final, tímidamente exclamé: ¡Creo qué hasta aquí llegamos!
El pasajero sereno me indicó: ¡Sí pasa mi compa, el terreno es firme y no hay bronca!
La intuición me pedía abandonar.
Aquel individuó arremetió con prisa: ¡Sí pasa, dele, casi llegamos! ¡No ves que todos lograron cruzar! ¡Vamos dale!
Entré cautelosamente, intentando hacerlo por las orillas, pero fue inútil, a media calle el auto se detuvo, estaba atascado y sin remedio.
-Le repliqué al pasajero ansiosamente: ¡No que sí pasaba!
Saco su cartera me extendió un billete de doscientos pesos, secamente respondió: ¡Y, a mí que pinche caso me haces! ¡El qué viene manejando eres tú!
Abrió la puerta descendió y ahí me quedé…
La grúa me costó el triple de lo obtenido.
Fue una amarga lección y me prometí que jamás, nadie volvería a engañarme de esa forma.
Diez años después, otra época de lluvia, la más intensa registrada, producto del amor tormentoso de los huracanes Ingrid y Manuel, acudía a mi pueblo después de varios meses de ausencia, conocía bien el camino, a mi camioneta de lujo no la detendría nada.
Al dejar la carretera y entrar a la terracería observé una pequeña zanja en medio del rio de lodo que se había vuelto aquel sendero, la intuición apareció, pero fue vencida por la arrogancia.
Mi vehículo cayó hasta el chasis: ¡Maldita sea! Exclamé.
Recuerdos de otro tiempo, de otro lugar, de otra época de lluvia, me angustiaron.
Apenas logré abrir la portezuela y salir, casi pierdo los zapatos nuevos en aquel lodo negro y espeso con la dureza del concreto.
El agua tan fría que sentí quemaba la piel.
Respiré aliviado al descubrir a un tractorista, que se encontraba a unos cien metros, bajo un frondoso  árbol, comiendo tranquilamente.
Me acerqué, lo saludé, le comenté mi problema y si podía acudir con su tractor hacia la camioneta y remolcarme.
Observó hacia donde le indiqué, movió la cabeza negativamente, me explicó que debía de arar la tierra y que solamente se detendría a comer, para enseguida continuar.
-Ofrecí doscientos pesos- Se negó.
Sólo hasta llegar a quinientos aceptó.
Acercó el tractor al lodazal, se colocó un par de botas, tomó un cable de acero con un gancho y con la pericia de un rescatista experto, libró a mi camioneta de su trampa.
-Pagué lo acordado.
Antes de partir y agradecido, iniciamos una amigable charla, llamó mi atención ver sobre el tractor una bolsa para dormir y una hielera con alimentos-
-¡Vaya le dije usted si viene preparado!
Si, respondió, por lo regular duermo aquí durante el día.
-Imagino, le comenté, que debía tener bastante trabajo rescatando conductores incautos como yo, qué se quedan atorados en aquella tramposa zanja.
Es correcto, respondió.
-Lo qué no entiendo, agregue: ¿Es por qué duerme aquí y no se va a casa por la noche?
¡Está loco! Contestó.
No ve qué es en la noche, cuando hago la zanja.
Si… está vida mía, caer y volver a caer.











  ¡Todo está bien! Francisco Márquez Razo.              Vi a un hombre acribillado en la calle, me sentí triste, después escuché...