Estación Guadiana
(Para:
Santiago García Lerma)
Francisco Márquez Razo.
Encontré
mis gastados anteojos
ocultos
en un cajón,
lloraban
desconsolados
pedían
ver nuevamente
el
país de nunca jamás,
la
nube madre
donde
nace la lluvia,
el
desértico paisaje
que
oculta el mar,
lloran
los anteojos
sus
gruesas lágrimas
humedecen
el ambiente
de
mi estrecha habitación
y
ablandan la memoria,
me
visita la infancia;
saltando
sobre lirio acuático,
toreando
pardos alicantes,
recolectando
costales de heno
y
cambiarlos por monedas,
degollando
maldecidas serpientes
para
magistralmente despellejarlas
y
comer carne asada
cantar
sonando cascabeles
y
cubrir mis desgastados zapatos
con
suave piel,
cabalgando
kilómetros hacia la carretera
solo
para ver los autos rodar,
secuestrando
al Judas
para
llevarlo después al baile
en
plena semana santa
de
Estación Guadiana,
las
tunas taponas
alimentaban
mi curiosidad
con
su increíble frescura,
las
tunas mionas
me
dieron imprudencia,
las
tunas coyotas
la
permanente inocencia,
la
leche bronca,
creciente
vitalidad
de
bucear en el ojo de agua
y
rescatar a campanita
disfrazado
de Peter Pan,
una
infancia vestida
de
feliz aventura,
sin
duda ni temor
ante
las serpientes aceitosas
deslizándose
como trenes
bajo
mis pies,
contando
alacranes
como
si fueran horas,
esquivando
pedradas
trepado
en los nogales
escuchando
historias de miedo
todas
las noches,
los
infantiles ojos
fueron
testigos:
los
árboles se bañaban
bajo
el agua de lluvia,
lloran
los anteojos,
ahora
solo observan;
una
imaginación anciana,
una
vía sin tren,
un
cuerpo consumido,
qué
es mi casa
la
cárcel que ahora vivo
y
sin motivo alguno:
¡Lloran
los anteojos!
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